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El obrero sin empleo

7 de Junio del 2010 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

«¡El obrero ha muerto!». Lo dijo Adam Schaff en los Encuentros Socialistas de Javea en el año 1987. El filósofo polaco, miembro del club de Roma, indicó que el marxismo estaba más vivo que nunca, pero auguraba un futuro sin clase obrera y marcado por el paro. Añadiendo: «El trabajo va a cambiar radicalmente. La automatización de procesos y la robotización van a cambiar la vida humana. El trabajo humano en el sentido tradicional va a desaparecer. Yo afirmo que la clase obrera, tal como la conocemos ahora, desaparece. ¡Sí! En 30 ó 40 años todo será diferente». Y se marchó enfadado de los encuentros: «son incapaces de comprender el proceso de cambio en la vida humana en el que ya estamos metidos». Ahora, 25 años después, aún no se lo creen ni teniendo delante a 5 millones de parados.

Los países con grandes procesos de automatización están más o menos a salvo al poseer los medios de producción necesarios para mantener su nivel de industrialización y estar arriba, en esa especie de autarquía desde donde procuran pasar empleo al sector servicios para compensar su perdida por la automatización de procesos. Pero se enfrentan en el propio sector servicios a la automatización, lo que hace que la generación de empleo se esté también deteniendo. ¿Hacia donde dirigir el empleo entonces? No se sabe y urge un cambio de sistema. Intuyo que debemos dirigirnos hacia la creatividad y la supervisión, buscando un aumento de servicios personales ligados a la formación y la cultura, así como al ocio. Debemos buscar respuestas y no ocultar la verdad, pero sobre todo, procurar que la actividad expansiva no se detenga y se colapse. También debemos buscar que esa actividad se dirija a asuntos más solidarios con la Humanidad que hasta ahora, realizando para ello un mejor reparto de la riqueza como podría ser bajo la forma de un salario básico universal compensando la necesaria flexibilidad en el empleo.

Los países emergentes, a través de las nuevas formas tecnológicas de automatización de procesos, con la democratización de las posibilidades emprendedoras y con menos necesidades en el reparto de la riqueza que generan (bajos salarios, con acusadas diferencias sociales), se hacen competitivos en el mercado global por medio de las redes de comunicación, manteniendo a su vez actividades manufactureras de bajo costo. De esta forma, ofertan ya productos transformados y no solo materias primas. (Ese es el caso de Brasil, India, China y demás). Por el contrario, los países que sólo ofertan materias primas (como pueda ser el petróleo) acaban con sus sistemas productivos corruptos al basar el reparto de su riqueza en otros planteamientos distintos de la expansión y el progreso, o, simplemente, en la no existencia de tal reparto. (Este podría ser el caso Venezuela, Guinea Ecuatorial, Congo...). Estos países se estabilizarán en el subdesarrollo con grandes núcleos de pobreza, cuando no de violencia.

España, a pesar de su industria, no ha tenido cuidado y está rozando caer en este último caso. Pues varias regiones españolas explotaban una mina de petróleo basada en la especulación de los pisos que construían y ofrecían a un valor desmesurado. La construcción empleaba en esas regiones gran cantidad de mano de obra y emigrantes, permitiendo hacer creer que el obrero tenía futuro. Ahora España sufre un alucinante parón de empleos y está endeudándose con la compra al exterior de productos que no produce (ni de forma manufacturera, ni por medio de robots), acostumbrada a comportarse como si fuera rica, no ha querido progresar en la FP permanente, ni invertir para el futuro con gente preparada y creativa en procesos de automatización. Todavía hay quien cree que se puede seguir así, como si nuestra mina de la construcción no se hubiese agotado. (En Asturias tenemos el caso paradigmático de las minas de carbón). Encima de vivir engañados, creemos que podemos seguir engañando sobre nuestra capacidad productiva, una capacidad que, si existiese, carente de altos procesos de automatización, debería basarse en los bajos salarios. Además, ahora, Europa mirará al euro y a tanta mentira que le rodea, después de Grecia y Hungría. Para colmo, en este panorama, nuestros sindicatos, anclados en el siglo XIX, creen en las Huelgas Generales que lo único para que sirven es para perjudicar más a los trabajadores al conseguir con ellas que otro país, y otros robots, que no se han puesto de huelga, vendan los productos que nosotros dejamos de producir birlándonos incluso el mercado.

Qué tal si en lugar de la huelga general hacemos un ingreso general a una cuenta del INEM por el importe de un día de trabajo poniendo como comentario: «Huelga General en nombre del sindicato: xxx». ¿Por qué no...? Supongo que deberá existir solidaridad con los parados, ¿o no?

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