A Pepe Ferreiro, con suma admiración
Nuestro común amigo Álvarez Alba, vía telefónica desde Madrid, me transmitió tu final el pasado sábado; que a su vez se lo había comunicado la ovetense doctora Cristina Pumares, del centro de salud de Belmonte, también para que me informara a mí. Nada sorprendente, por otra parte, porque sabíamos desde hace meses que habías emprendido la recta final de este viaje que es la vida para acabar en la estación Términi. No voy a descubrir ninguna de tus características como hombre y como ser humano porque la trayectoria a lo largo de tu existencia la has ido arando con pulso, firmeza y absoluto altruismo. Tenemos que aceptar, amigo Pepe, que morir joven es un naufragio y morir viejo es llegar a puerto, aunque hoy, con 78 años de edad, salvo que nos vengan muy mal dadas, aún no se adquiere la categoría de viejo, así lo veo yo.
Aun en la distancia, entre tú y yo, amigo Pepe, se había establecido una corriente de simpatía. Muchas veces me dijeron amigos en común que cuando coincidían contigo te interesabas por mí, que valorabas mis actitudes y aptitud ante la vida, seguramente porque me parecía un poco a ti. Lo cierto es que el legado que dejas patente en tu tierra queda para la historia de ese concejo y de Asturias. Si yo conocí Grandas de Salime, tras cruzar el maravilloso y espectacular puerto de Palo por Pola de Allende, fue motivado por tu Museo Etnográfico. Después de tantos años de aquella primera visita, recuerdo muy bien que cuando llegamos salías tú del museo y nos preguntaste: ¿de dónde sois?, y al decirte que los cuatro procedíamos de Lugones, te diste la vuelta y procediste, lo primero, a enseñarnos parte del molino de Sinicio, que habías comprado en Lugones.
Bien sé yo que son muchas las excursiones de colegios y otros colectivos, así como de particulares, que a lo largo de todos estos años pudieron conocer el Museo de “Pepe el Ferreiro”, porque realmente merece la pena y su visita es también un homenaje a tu persona, que al tiempo ha dado mucha vida al pueblo. Yo, aprovechando esta triste coyuntura, me permito sugerir, a cuantos asturianos y foráneos no lo conozcan, que dediquen especialmente en esta época de buen tiempo una visita y entonces se darán cuenta de lo que es capaz de hacer un hombre a favor de su pueblo.
Tengo que decirlo antes de poner punto final. Tú también tenías ganas de conocer Lugones. Y un día, en justa correspondencia, te invitamos a visitar el Museo de la Romería “Manolito el Pegu”, y quienes te acompañamos pudimos comprobar que habías salido gratísimamente sorprendido, y prometiste volver otro día con más calma. Y ya ves: muchas gentes sin conocerlos, ni tu Museo Etnográfico ni el de la Romería.
Tu esposa, Olga García, así como tus tres hijos, Roberto, Paula y Belinda, pueden sentirse muy orgullosos de ti y de la labor que has desarrollado en pro de tu pueblo, a quienes les testimonio mi condolencia más sincera.
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