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Política internacional en la España de hoy

10 de Julio del 2020 - José María Casielles Aguadé

Tal vez mis amables lectores se habrán preguntado como yo: ¿Qué pinta hoy España en Europa?, y ¿cuál es nuestro papel actual en América? Procede hacerse estas preguntas porque somos por población el cuarto país de los veintisiete de la UE, o el quinto de los veintiocho, mientras los oportunistas vecinos británicos sigan con la puerta en la mano mareándonos con el "brexit", o simplemente con "your benefict".

Está claro que España ha dejado una huella histórica indeleble en América, aunque solo sea por nuestro idioma, paradójicamente más pujante allá que acá; también puede decirse algo parecido de la genética y de la religión.

En los planes económicos y de gestión, la influencia española fue brutalmente barrida por la guerra de Cuba, y ya es mínima en lo funcional. Es triste que muchos españoles desconozcan aún cómo se fraguó este abuso en 1898, y a su autor principal, el presidente norteamericano Me Kinley, estimulado por el capitán de navío Mahan, a conseguir bases para la creciente flota de su Navy. Hay que recordar que Carlos III favoreció la independencia de las colonias americanas de su metrópoli inglesa. Es claro que Me Kinley se aprovechó de la grave crisis política española de finales del siglo XIX para alentar la sublevación cubana desde México, y la apoyó con el ejército yanqui. Por otra parte, cada vez hay menos dudas de que el hundimiento del acorazado "Maine", atracado en visita a la costa cubana, sirvió de pretexto a la declaración de guerra, y que no se debió a presuntas cargas explosivas acopladas al casco del navío por los españoles, sino que fue provocado por una deflagración "interna" en las carboneras del buque, como acreditó un concienzudo estudio que dirigió el prestigioso almirante americano Rickover. Tras este estudio, el navío fue reflotado, remolcado y hundido en una profunda fosa de las Antillas: nave desaparecida, causa terminada.

Como es sabido, el desastre naval de Cuba fue inmediatamente seguido del de Filipinas, con la pérdida añadida de otras importantes islas que España disponía en el Pacífico Norte, como las de los archipiélagos de Las Marianas y Las Carolinas, que, "casualmente" quedaron y siguen asignadas en régimen de fideicomiso a USA, por disposición de la ONU. Fue lo que se conoce en lenguaje coloquial como "el pleito del cura en manos del ama".

Hoy en USA se protesta airadamente en las calles de la brutalidad de su policía

contra los afroamericanos derribando estatuas de Colón, fray Junípero Serra y Cervantes: formidable inconsecuencia, porque sin ellos seguirían con los taparrabos de los cheyennes, los sioux y los arapajoes.

SUMARIO: La necesidad de recordar nuestro papel en Historia en las relaciones con Europa y América

DESTACADO: En el capítulo energético, vamos más rápido que Alemania y Polonia en el desarme del carbón, pero sin las alternativas necesarias de energías no contaminantes ni del potencial nuclear que respalda a los franceses

Nuestras relaciones actuales con Sudamérica son más generosas con los regímenes marxistas de Cuba y Venezuela que con otros países hispanoamericanos, y más influyentes las de ellos con nosotros que las recíprocas. Cosas "veredes", y vemos ya. Hoy, ni siquiera queda talento para copiar a la Commonwealth.

En la UE, la política exterior actual de España brilla por su esplendorosa ausencia, aunque no nos falten diputados en los escaños de aquel Parlamento. Estamos al margen de la orientación y coordinación de Frontex, para chalanear la inmigración con Marruecos. Se elude sistemáticamente toda la información sobre el crecimiento africano proporcionada por la ONU, y sus previsiones para 2030, 2050 y 2100, que son verdaderamente inquietantes para Europa. En el aspecto sanitario, ya hemos visto la "atención prestada" a los avisos de la OMS sobre el coronavirus, y el seguimiento de los pésimos pasos de Bélgica y de Italia, los más desafortunados de Europa. En el capítulo energético, vamos más rápido que Alemania y Polonia en el desarme del carbón, pero sin las alternativas necesarias de energías no contaminantes ni del potencial nuclear que respalda a los franceses. Recuerden la necedad del: "¡Nucleares, no, gracias!", que bien a tiempo denunciamos. ¿De qué sirve esta premura si ni siquiera va a tener prioridad sensible en el reparto de las ayudas para eliminar o reducir el CO2?

Aquí se ha creado nada menos que una cartera ministerial para diseñar, coordinar y ejecutar la transición energética; disponemos, incluso en el mismo territorio astur, de industrias avanzadas en aerogeneradores terrestres y marinos, que se están exportando a otros países, y asistimos a continuas y fundadas quejas de empresas con alto consumo energético (siderúrgicas, alumineras y cementeras) que se encuentran en serio problema de cierre por el elevado coste de la energía que precisan, lo que hace sus manufacturas no competitivas. En cuanto a los asuntos sociales, la realidad se concreta en la brutal subida del paro, el denunciado impago de la mayoría de los ERTE y la ineficaz inercia en la gestión de las pensiones, tras varios años de bla-bla-bla sobre el intangible pacto de Toledo. Entre tanto se crean y aprueban sorprendentes ayudas no contributivas demagógicas, de incierto y problemático futuro. Seamos claros: más que en los milagros laicos, creemos en la previsión y la provisión.

Ante todo este panorama de confusión, vale la pena bucear en la historia de España en busca de la "antigua normalidad" que nos sirva de mejores ejemplos:

La vieja monarquía de los reyes de Asturias, desde el principio del siglo VIII, sirvió de valladar a Europa ante la fulminante invasión musulmana, que ocupó Iberia en once años, y que, a pesar de sus "razzias" continuas y devastadoras, fue repelida pronto a más allá del Duero. Hay que añadir que tras la muerte de Carlomagno, emperador de Centroeuropa, y durante casi tres siglos más, los vikingos o normandos arrasaron nuestro continente con los brutales actos de piratería de sus "drakkars" o buques largos, que fueron ejemplarmente rechazados de la costa ibérica del Cantábrico, con mínimos daños en la España cristiana, salvo un asentamiento en la ría de Arosa y parte de Galicia que llegó a durar tres años, sucesos que no pocos conciudadanos nuestros desconocen.

Nos confortan también los Reyes Católicos, al conseguir la unidad de España con el rendimiento de Boabdil en Granada, la posterior limpieza de las Alpujarras y el Descubrimiento de América, que con más justicia debiera haberse llamado Columbia.

La potente influencia de nuestro emperador Carlos I en toda Europa es indiscutible, y todavía se aprecia hoy en Gante y en Bruselas, con ciertos resquemores infantiles que aún confunden al duque de Alba con el coco, como pude observar durante un curso seguido en la Universidad de Gante.

Europa se libró del peligroso dominio turco con la decisiva victoria de Lepanto, por la flota comandada por don Juan de Austria, y todavía quedó trabajo naval añadido en los siglos siguientes para dar seguridad al Mediterráneo y sus costas: recordemos a Barceló, que estuvo sobradamente ocupado. Nuestra Armada tuvo también que defender los virreinatos de América de los filibusteros ingleses y holandeses, que no merecían mayor consideración que los bereberes.

En resumen: repasemos nuestra historia y tal vez aprenderemos algo de ella. Buena falta nos hace.

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