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Vacaciones: un tiempo para casi todo

11 de Junio del 2010 - Pedro Bengoechea Garín

Vacaciones, vocablo en plural, en referencia a ese espacio temporal dedicado principalmente al descanso y a la abstención transitoria, en especial de la actividad laboral remunerada o de los estudios. Para algunos supone un tiempo de total inactividad: no hacer nada, ni tan siquiera pensar. En cambio para otros no deja de ser un trasiego frenético e imparable de todo. En la equidistancia estaría el ocio organizado, que no debe prescindir de cualquier actividad, física o mental, si bien moderadamente ejercida, como cualidad nunca renunciable del sujeto humano. En consecuencia, hablamos de un tiempo para casi todo lo que se quiera hacer: conversar, leer, reflexionar, contemplar las infinitas maravillas de la naturaleza, conocer y hacer nuevos amigos, incluso degustar con fruición de exquisitos platos y añejos caldos, sin tener que caer en la glotonería, el refinamiento o el exceso. Lo que sí conviene que se produzca en esos días es, en términos cibernéticos, un cambio de «chip», esto es, un tránsito de las actividades habituales hacia otras inusuales, incluso un corte radical de desocupación mental, abriendo un nuevo espacio restaurador alternativo, con sustitutivos atractivos. Como todo ocio, debe generar bienestar físico y psíquico y estar relacionado con los índices de satisfacción de la vida. Huelga decir que en el período vacacional cobran especial importancia las actividades culturales, junto con las turísticas y las recreativas, que tanto se prodigan proporcionando, además del disfrute personal, un sinfín de contactos personales en beneficio del desarrollo de los hábitos sociales y de la personalidad del individuo. Ciertamente, todo contacto y relación interpersonal adecuada estimula la mente y el pensamiento, equilibra el nivel emocional, influye sobre la salud y el bienestar, acrecienta la identidad personal y la pertenencia al grupo; incluso fortalece el sistema de valores y el sentido mismo de la responsabilidad personal. Las vacaciones, más que por un hartazgo de apetencias y placeres, se deben destacar por el bien hacer y estar de quien conoce la bondad de las cosas que le rodean y sabe contagiar su propia felicidad a los demás. Dicho en otras palabras: saber ascender de lo inmanente y tangible a lo trascendente y sublime de la inefable belleza y perfección existentes. Otra de las ventajas de este tiempo es la de hacernos percatar de la importancia del contacto social, a que nos vemos abocados a mantener. En tal situación brotan con mayor abundancia y facilidad los sentimientos de atracción, lealtad, cariño, respeto y admiración hacia los demás. En mayor medida hacia los que nos conocemos y parecemos. Pero sin que ello suponga recortar las mismas sensaciones para los que nos resultan desconocidos o distintos, quienes no deben ser discriminados en nuestro acercamiento y acogida.

Subtítulo: La necesidad de cambiar de «chip» hacia actividades inusuales

Destacado: Todo ocio debe generar bienestar físico y psíquico y estar relacionado con los índices de satisfacción de la vida

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