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Conversaciones con Pepe Legazpi al claro de luna

11 de Julio del 2020 - Mary Carmen Inés Fuenteseca

Hablar de la figura del pintor y escultor Pepe Legazpi, fallecido hace un año, es hablar de uno de los mayores referentes artísticos de los siglos XX y XXI en Asturias. La obra de este genial y polifacético artista ha sido ya relatada en muchas ocasiones y siempre hay nuevos hallazgos y matices que se incorporan por los diferentes autores que la estudian. Su implantación internacional con exposiciones en EE UU, Dinamarca, Italia, Francia… dice ya mucho de su extraordinaria trascendencia. El artículo con motivo de su fallecimiento que realizó el insigne periodista Melchor Fernández y los estudios exhaustivos realizados por doña María Soledad Álvarez, prestigiosa catedrática de Historia del Arte de nuestra Universidad, comisaria de sus exposiciones y gran amiga de Pepe, son una clara demostración de que tanto los especialistas en arte como los medios de difusión entendieron y admiraron el importantísimo trabajo realizado por este asturiano universal, que hizo de su oficio un medio para construir y entender mejor este mundo complejo en el que nos movemos.

Mi relación con Pepe Legazpi es familiar, estaba casado con mi prima Alicia, a su vez gran conservadora de su obra y reconocida especialista en cerámica, sin olvidar que sus acuarelas me han seducido siempre. Estamos pues ante una pareja que vivió por y para el arte, permitiéndonos de forma muy generosa disfrutar de él.

Me imagino lo que Pepe pensaría de esta situación de pandemia mundial y de qué manera volvería a influir en su obra, él, como todos nosotros, se daría cuenta de que ya nada será igual, o más bien de que viviremos otra realidad, posiblemente mejor…, y pensar en ese deseo global de salir “reforzados” de esta prueba.

Solíamos visitar en su casona de San Esteban de las Dorigas a Pepe y a Alicia muy frecuentemente y en algunas ocasiones coincidíamos con su hijo Diego (licenciado en Arte y uno de los bajistas más importantes en la actualidad, con dos premios AMAS). En nuestras conversaciones de familia y arte, las horas pasaban muy rápidamente, especialmente en invierno, y cuando nos disponíamos a marchar, Pepe nos acompañaba galantemente y linterna en mano hasta donde estábamos aparcadas, justo al lado de la iglesia del pueblo, y con un camino “sinuoso”, en plena noche, allí hacíamos una especie de “parada técnica” para seguir hablando un rato más, y si la luna brillaba, mejor… Poco a poco, fuimos conociendo a un hombre con grandes cualidades humanas, recio, humilde, muy reflexivo y pausado en sus juicios, profundamente preocupado por la problemática social de una crisis económica muy devastadora, que, como siempre, afectaba a un segmento de población que ya nació en muchos casos desprotegido. Hablábamos de la obra de Billy Conejo y todos los personajes que representaron lo más desfavorecido de la sociedad y que él vivía con gran intensidad. Se vislumbraba ya otro gran trabajo creativo sobre la denominación de “Perra vida”. Nos explicaba, como buen pedagogo y gran conversador, las ilustraciones de un libro en ciernes, otro más, de los muchos publicados. Nos contó que San Esteban era ya su lugar definitivo, si me enfermo, no quiero salir de aquí…, en cierto modo lo logró, hoy reposa bajo el texu de su casa, al lado de esa iglesia, testigo mudo de sus confesiones.

Cada Navidad, recibíamos una felicitación en original, auténticas obras de arte, trabajadas en madera y pintadas con su sello característico, algunas fueron sobre trasgos, xanas…, y otras sobre casitas con chimeneas humeantes. En nuestras conversaciones a la luz de la luna, nos explicaba cuán gratificante era para él ver una casa con el fuego encendido, había luz y calor de hogar, así fue su última felicitación navideña.

Nos relataba todo el trabajo que estaba realizando para su exposición en el edificio de la Junta General del Principado y cómo lo vivía, allí también estuvimos a su lado y comprobamos, una vez más, que el mundo del arte le “quería”. Hice el recorrido de la exposición al lado del director del Museo de Bellas Artes de Oviedo, admirador de su obra, y que prestó para la exposición uno de los cuadros de Pepe del museo. Esta retrospectiva iba sobre artilugios maravillosos sobre el viento y el agua, sus carracas…, de eso saben mucho en su Bres natal, en su concejo de Taramundi y en tantos lugares donde podemos ver su sello personal, instituciones y colecciones privadas, etcétera; etnografía y antropología van unidas en su obra. En el Parque Rupestre de Campo Lameiro (Pontevedra), realizó un laberinto maravilloso en hierro, en una zona casi mágica, en medio de una impresionante concentración de petroglifos de la Edad del Bronce.

SUMARIO: La figura del pintor y escultor que creó la estela que otorga este periódico a los distinguidos con el "Asturiano del mes", que él mismo recibió

DESTACADO: Tenía un sentido profundo de la amistad, era un hombre leal, nada pegado a lo material, austero, vivía de su obra y mantenía siempre sus sueños con una realidad capaz de raptarlos y regalárnoslos en cualquier forma artística que se le ocurriera

La madera y el hierro fueron para Pepe los materiales más fundamentales para su trabajo de las últimas décadas, quizá recordando el pasado de su familia vasca y la metalurgia. La búsqueda de nuevas formas en su arte alcanzó el culmen fusionando escultura y pintura, creando relieves prodigiosos con un trabajo extraordinario y meticuloso.

En el claro de luna, Pepe nos contaba que estaba feliz con esta nueva etapa de su vida, nos decía que a las 8 de la mañana o antes ya estaba en su estudio; madera, resinas, pintura, hierro, cuero… eran sus compañeros de aventura creativa. Hablábamos de su época en Jordania, datando y clasificando restos de un trabajo arqueológico importante y de su sintonía con los hombres del desierto. Hay una historia de la que nunca hablamos, pero la conozco por mi prima Alicia, Pepe disfrutaba de una posición privilegiada en Canarias, concretamente en Tenerife, donde su estudio funcionaba maravillosamente, exposiciones, premios, etcétera, y que él abandonó para volver a la Península y cuidar a su madre en una larga y dura enfermedad hasta su fallecimiento, después de esto, el giro artístico de Pepe fue notorio y comenzó de nuevo aquí, en Asturias, le honra esta drástica decisión, al final, fue para mejorar y llegar a esa trascendencia de la que ya goza para siempre, la universalidad de su arte es indiscutible.

Este “Asturiano del mes” de LNE, creador de la Estela que otorga este periódico a los ciudadanos insignes, cocinaba muy bien; los calamares en su tinta que nos hacía eran antológicos. Tenía un sentido profundo de la amistad, era un hombre leal, nada pegado a lo material, austero, vivía de su obra y mantenía siempre sus sueños con una realidad capaz de “raptarlos” y regalárnoslos en cualquier forma artística que se le ocurriera.

Un día, le hablamos de que una cofradía muy cercana necesitaba hacer una reproducción de su Virgen, pues al sacarla de procesión fuera temían que el original se estropease. Hizo una réplica no solo perfecta, sino que le añadió su toque personal, le dio a su cuerpo de mujer “una figura más humanizada…”. Es la misma Virgen, con su busto tallado en madera, dentro de lo que Pepe denominó “un libro joya”, realizado de forma que, al abrirlo, se volvía a ver en los huecos interiores de sus tapas la figura virginal. Esta obra muy difícil de realizar y lacar está hoy adornando el hogar de un asturiano, muy lejos de España. Una vez más, dio solución a dos historias muy peculiares en las que estábamos muy interesadas y Pepe no defraudó…, aunque fueron trabajos totalmente excepcionales.

La última vez que viajamos juntos, Pepe, Alicia, mi hija y yo, fue en una excursión planificada por nosotras, sin informar del destino, tratábamos de rebajar un poco su estrés, condujimos por los concejos de Yernes y Tameza y llegamos a Teverga por Marabio. Pepe estaba encantado, pero él, que era muy cartesiano, no paraba de preguntar adónde íbamos. No lo consiguió y nuestra aventura terminó en un lugar previsible para nosotras, Teverga, y más concretamente el santuario del Cébrano, allí recalamos. Su mujer como yo tenemos abuelos y padres teverganos. Celebramos una comida campestre con el menú tradicional de la fiesta de Nuestra Señora…, tortilla de patata, embutidos varios, carne empanada y postre casero. Me consta que Pepe estaba feliz y sorprendido por esta excursión llena de imprevistos.

Querido Pepe, siempre vas a estar en el claro de luna de nuestras noches, ya sea en San Esteban o en cualquier parte, tu bonhomía llenará ese lugar que escogiste para vivir eternamente; las “casitas con humo” las mantendremos encendidas, para que siempre haya ese calor de hogar que tanto te gustaba, y como dice esa antigua bendición irlandesa… “y, hasta nuestro próximo encuentro, que Dios te lleve en la palma de su mano”.

Nuestro cariño para Alicia y Diego, que cuidaron a Pepe con esmero, el mismo que él empleó con su madre, todo vuelve en esta vida y que ahora tienen la bella misión de conservar el legado artístico que nos deja este asturiano universal.

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