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Valle de los Caídos. Una visita ¿recomendable?

18 de Julio del 2020 - Marilde García

A continuación, trataré de dar respuesta al interrogante que abre estas líneas.

El emplazamiento. Fue el propio Franco quien personalmente elegiría el lugar en el que habría de levantarse un monumento en su honor, a gran escala, que desafiara el paso del tiempo y que se llamaría “Valle de los Caídos”. En el relato de su “Franco, caudillo de España”, el historiador hispanista Paul Preston nos refiere: “Franco encontró el imponente valle, en la Sierra de Guadarrama, después de llevar a cabo una minuciosa búsqueda para localizar la grandiosidad natural que buscaba”. Y unas líneas después nos relata: “(…) el arquitecto Diego Méndez (…) suponiendo que ése era el deseo de Franco, había hecho los planos de una tumba emplazada en el altar mayor, en el lado opuesto al que ocupaba la de José Antonio, situada de tal forma que el fallecido caudillo sería ‘el amo de la casa… la persona que recibe a otros en su casa’. En el día de la inauguración, Franco estaba recorriendo la basílica con Méndez y señalando el lugar que éste había escogido le dijo: ‘Bueno, Méndez, y en su día, yo aquí, ¿eh?’. Afirmación ésta que Juan de Ávalos rechaza”.

Franco admiró a Carlos V y Felipe II, pero no trató de imitarlos, sino que esta admiración le sirvió para generar en él un afán por superarlos y así el Valle acabó siendo una clara manifestación de su megalomanía.

El Escorial de Franco. El 30 de abril de 1959, el entonces Jefe del Estado español, Francisco Franco Bahamonde, concedió una entrevista a Emilio Romero, director del diario “Pueblo”, a quien, entre otras declaraciones, le manifestó: “El Escorial es el monumento de nuestra grandeza pasada, y la basílica y anejos del Valle de los Caídos, el jalón y base de partida de nuestro futuro”. Así, pues, ciento cincuenta y dos metros por encima de él, la conocida inclinación de Franco por los Austrias, especialmente por Felipe II, explica en principio la ubicación del que habría de ser su sensacional mausoleo. Desde la explanada que le precede se divisa una magnífica panorámica del valle dominada por El Escorial, del que cabe destacar el Panteón Real.

Fue idea de Felipe II el construir una cripta bajo el altar mayor de la Basílica de San Lorenzo, pero no pudo ver comenzadas las obras. Estas las inició Felipe III en 1617, dando así cumplimiento al deseo de su padre, que murió en 1621, y la obra quedó detenida 22 años. El Panteón Real será inaugurado el 16 de marzo de 1654. Su planta es octogonal y todo él está cubierto de mármoles y jaspes de Tortosa y Toledo. Están allí enterrados todos los reyes de España, desde Carlos I de España y V de Alemania hasta Alfonso XIII, excepto Felipe V, enterrado en la Colegiata de La Granja. Además de las urnas correspondientes a los reyes, están también las de las reinas madres de príncipe heredero, excepto Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV, enterrada aquí por expresa voluntad de este rey. Tampoco están Fernando VI (enterrado en las Salesas Reales de Madrid) y Amadeo I de España, quien tras su abdicación, en 1873, regresó a Italia, en donde murió en 1890, siendo enterrado en Turín. En el Panteón Real está también enterrado Francisco de Asís, esposo de Isabel II, como rey consorte.

Sumario: Algunas consideraciones sobre su realidad física

Destacado: Con el emplazamiento dominante de su enterramiento Franco se adjudicó un protagonismo superior al de la realeza española

Y también hubo un Borbón que le inspiró: en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, obra de Felipe V, está el Museo de Tapices, entre los que destacan las series flamencas del Apocalipsis encargadas en su momento por Carlos V en 1553. Tras un accidentado traslado y diversas vicisitudes, los seis tapices, de gran tamaño y considerada la mejor colección de tapices del mundo, después de varios emplazamientos se instalaron en la nave central de la basílica del Valle cuando aún estaba en obras, pero las especiales condiciones de humedad de la Basílica obligaron a que fueran retirados y sustituidos por unas magníficas réplicas.

Y si usted sube a la colosal cruz que se erige ciento cincuenta y dos metros sobre el valle (a la que, en un tiempo, a principios aún del siglo actual, un funicular facilitaba el acceso), es seguro que se sentiría impresionado por la magnitud de las ciclópeas figuras de los cuatro evangelistas que se asientan en su base y de cómo su mirada se pierde en la Sierra del Guadarrama, en el lejano horizonte. Con el emplazamiento dominante de su enterramiento Franco se adjudicó un protagonismo superior al de la realeza española.

Un costoso “capricho”. El decreto que anunciaba le erección del monumento se publicó el 1 de abril de 1940, año del primer aniversario de la victoria franquista sobre la República. Se tardó casi veinte años en hacer realidad la basílica de doscientos sesenta y dos metros de fondo y cuarenta de altura en el crucero, y la inauguración oficial tuvo lugar el 1 de abril de 1959. En su construcción trabajaron cerca de 20.000 obreros, en gran parte presos políticos, como el padre de Gregorio Peces-Barba, que realizó aquí trabajos forzados tras serle conmutada la condena a la pena de muerte, acusado de auxilio a la rebelión –había ocupado un cargo público en la República– (Franco decía que “el trabajo redimía”). Construir el monasterio, esculpido en la ladera del valle de Cuelgamuros, y erigir la colosal cruz que lo identifica, visible a más de cuarenta kilómetros de distancia, costó en torno a 20.000.000.000 de pesetas, casi tanto como había costado El Escorial, símbolo de la grandeza de una época próspera como fue la de Felipe II. Huelga hacer referencia a la por entonces penuria de una España posbélica coincidente con los años de autarquía, de una profunda depresión económica, de escasez incluso de productos básicos, de crecimiento de la miseria.

¿Qué hacer con él? Entre quienes trataron el tema destacan los historiadores Julián Casanova y Santos Juliá y el historiador hispanista Paul Preston, quienes discrepan sobre la intervención a realizar. En mi opinión, la más acertada es la del profesor Julián Casanova, quien opina que el problema va más allá del mausoleo. Es, dice, “el mejor sitio para contar la simbiosis entre política y religión. Debería de ser un monumento explicado”.

A lo largo de varios cursos programé para los alumnos de 2.º de Bachillerato la actividad “Un viaje a la Historia de España” con el siguiente programa: El Escorial, el Panteón Real; el Valle de los Caídos; La Granja a de San Ildefonso, Palacio Real y Fábrica de Cristal; Madrid, Palacio Real y Congreso de los Diputados. Un año introdujimos la visita a Almadén y su parque minero. En todos los casos la experiencia fue muy satisfactoria.

El Valle de los Caídos merece ser conocido, y merecen ser conocidas las circunstancias de su construcción.

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