El tesoro bibliográfico de Fernando Inclán Suárez
Hace pocas fechas publicaba LA NUEVA ESPAÑA la donación que el exalcalde de Pravia Francisco Casielles hacía a la biblioteca municipal de Pravia. En concreto, la obra literaria, jurística, cartas y otros documentos de carácter personal, heredados de su tatarabuelo, el insigne escritor y jurista asturiano del siglo XIX Benito Casielles Meana. Ni que decir tiene que, como praviano, siento una gran satisfacción personal por este legado, de valor incalculable, que los herederos Casielles Meana han tenido a bien donar a nuestra biblioteca.
Aprovechando esta coyuntura, me viene a la memoria otro “tesoro” bibliográfico que corre el peligro de perderse en nuestro concejo. Me refiero a la biblioteca privada de mi entrañable y querido amigo Fernando Inclán Suárez. El ilustre erudito y jurista, que vivió hasta hace unos años como los antiguos romanos, entre su explotación ganadera de Villamondriz y las letras, una de sus grandes pasiones, que abordó siempre desde su perspectiva relacionada con la casería asturiana y su evolución a partir de principios del pasado siglo y hasta nuestros días. En la actualidad, Inclán, de 85 años, y con una delicada salud, se encuentra desde hace unos años en la residencia del ERA de Pravia. En su casa natal de Villamondriz, Fernando Inclán posee una de las colecciones bibliográficas más importantes de Asturias sobre el medio rural de esta región. En varias ocasiones tuve la suerte de compartir horas con él en aquel santuario bibliográfico, en el que miles de volúmenes reposan en las estanterías ordenados por temas. Todo, absolutamente todo lo publicado en España desde los tiempos de Jovellanos sobre temas del campo se encuentra en la biblioteca privada de este gran praviano, que desempeñó las funciones de juez durante varios años en los Juzgados de la villa.
Durante algunas de mis vistas a la residencia del ERA, le he planteado a Inclán la conveniencia de que donase ese patrimonio cultural a alguna institución pública, para evitar su deterioro y para que sirviese de base de estudio a futuras generaciones. Nunca he sido capaz de arrancarle de su boca una palabra que me indicase tener claro lo que piensa hacer con su gran biblioteca. Me consta que Fernando mantiene una buena amistad con la bibliotecaria, Cristina Jerez, y ese podría ser un buen punto de partida para intentar conseguir que ese gran tesoro cultural fuese cedido a la biblioteca municipal Antón de la Braña. Ojalá que esta carta, publicada en el periódico que siempre le ha acompañado a lo largo de la vida, le haga dar ese paso definitivo.
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