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Nuestra despensa en el rececho del lobo

27 de Julio del 2020 - Mary Carmen Inés Fuenteseca

Para mí, siempre es difícil estar ante una hoja en blanco e intentar escribir sobre algún tema que me preocupe, pero hasta ahora he tenido la gran suerte de poder transmitir mis inquietudes o emociones en LA NUEVA ESPAÑA y espero poder seguir haciéndolo con entera libertad, que es como debemos de vivir y expresarnos. Hoy toca la ganadería, la agricultura y la caza…, y Dios sabe qué más se me ocurrirá.

Me considero una persona muy respetuosa con el medio ambiente, reciclo exhaustivamente y valoro todo aquello que la naturaleza nos ofrece como un regalo. No olvido que nuestros antepasados mantuvieron un equilibrio en sus montes y en sus tierras, cazaron para comer y no tenían neveras ni congeladores. Plantaron árboles pensando en sus frutos y poblaron los bosques de especies, capaces de alimentar a los animales salvajes que allí vivían. Utilizaron los recursos arbóreos para hacer sus casas, hórreos y cerrar sus prados, pero sabían “talar” en el plenilunio adecuado y hacerlo con árboles capaces de regenerarse de nuevo. Había “alimañeros” para controlar especies peligrosas para el hombre y sus ganados, y gracias a ello hoy exhibimos “músculo” con los parques naturales y reservas. A veces pienso que muchas personas pueden creer que estas nuevas modalidades de protección del medio ambiente las hemos inventado ahora; no, todo está inventado desde hace millones de años y se ha ido transmitiendo generacionalmente, otra cosa es la interpretación actual de la historia.

Estos días de descanso en el pueblo, he tenido ocasión de hablar con sus gentes; su experiencia de la vida es de una pasmosa sabiduría, incomprendida en muchos casos. Estamos en la temporada de la “recogida de la hierba”, que servirá para ayudar a pasar un invierno mejor al ganado, ese que en teoría “pasta” aparentemente tranquilo en nuestras brañas, pero nada más lejos de esta idílica situación. Muchos ganaderos parten al alba desde sus pueblos con la angustia de comprobar si sus ganados o rebaños han sido atacados por el lobo, el gran depredador de sus montes, y en muchas ocasiones bajan alicaídos por los destrozos de este animal y la pérdida de sus reses, que son la base de su economía. Todos los animales del bosque tienen sus derechos, pero conviene tutelarlos cuando se convierten en serias amenazas para la vida rural. No se es mejor o peor persona por pensar así, los ganaderos tienen familias que alimentar y están sufriendo mucho, creo que el control del lobo tiene que ser real y eficaz. No tengo nada en su contra, pero cuando la naturaleza no guarda un equilibrio, el hombre debe intervenir regulando las poblaciones.

Nuestra despensa se nutre de productos lácteos y de carnes, entre otros, vitales para niños, adultos y ancianos, los ganaderos están haciendo grandes esfuerzos para pasarse a los sistemas de alimentación ecológica, cada vez hay menos “bobinas de hierba plastificadas” y las están recogiendo en pacas, como debe ser, tapándolas con lonas o llevándolas a las tenadas para su consumo. Los ganaderos necesitan ayuda urgente, la ecología bien entendida es el respeto a la naturaleza y a la supervivencia, porque ahí está el legado de nuestros ancestros; ellos sí “equilibraban” el sistema sin alharacas. Yo me pregunto sobre la ecología: ¿dónde está el control del gusano del corzo y de la sarna, que afecta a miles de animales que viven en nuestros parques naturales y que es un mal endémico desde hace muchos años? ¿Quién protesta sobre esto? ¿Qué estamos haciendo al respecto? Creo que un tratamiento y cuidado podría devolver a los señores del monte su lugar. ¿Qué pasa con la caza? Pues, aunque algunos no la entiendan, es necesaria; cuando está controlada y legislada, mantiene ese equilibrio necesario en el monte y es una fuente también de ingresos. Todo en esta vida tiene que estar en su justa medida, ni de más, ni de menos, pero con sentido común.

Sumario: La sabia experiencia de las gentes del medio rural

Destacado: Todos los animales del bosque tienen sus derechos, pero conviene tutelarlos cuando se convierten en serias amenazas para la vida rural

La economía rural está en serio peligro, y, de seguir así, la extinción de los pueblos será una realidad, habremos perdido nuestra esencia y el patrimonio impagable que durante siglos se fue forjando con el esfuerzo de nuestros mayores. Ellos sí supieron convivir como nadie con sus montes y sus animales, dejándonos este legado maravilloso de una naturaleza exuberante y de los pobladores que la embellecen y que ahora están dañados por pestes y enemigos sin control.

La agricultura va por iguales derroteros. Es cierto que leí recientemente que se están destinando en algunos puntos más hectáreas a los cultivos ecológicos, creo que es el futuro, pero no basta si el agricultor no ve el beneficio de su trabajo. La agricultura ecológica tiene que respetar unos parámetros necesarios para serlo y renunciar a unas prácticas habituales de uso de pesticidas, herbicidas, etcétera, y abonos inadecuados, sulfitos… Deben poner en marcha nuevos sistemas de cultivo, incluso introduciendo otras variedades, pero el problema sigue ahí, los agricultores tienen que vivir de su trabajo, y el “desfase económico” brutal que hay desde la recogida del producto en origen hasta que llega al consumidor los deja apenas sin recursos. Todos debemos maximizar nuestras ganancias, pero “todos”… no solo unos pocos; si nos quedamos sin la agricultura y sin la ganadería en nuestra despensa, tampoco podremos sobrevivir. Esto es un trabajo en equipo del que nos podemos beneficiar todos los sectores de la sociedad.

Ganaderos y agricultores necesitan ayuda urgente. Llevan vidas muy duras, la naturaleza no te regala nada si tú no pones el esfuerzo. Los pueblos están envejecidos y no debemos olvidar que en ellos radica la “auténtica” liberación de nuestros ecosistemas.

El Foro Mundial Económico (FME) prevé millones de puestos de trabajo en un futuro si comenzamos a pensar de qué forma vamos a devolver a esta “tierra herida” todo lo que le hemos arrebatado, lejos de movimientos aparentes e ineficaces, sino con hechos reales de repoblación, conservación, prácticas ganaderas y agricultura beneficiosas para el medio ambiente, trabajando para erradicar los contaminantes de este suelo que está protestando enérgicamente. Controlando las especies para su equilibrio. Escuchemos el “latir” de nuestro entorno y comencemos a restañar las heridas, estamos a tiempo.

Hobbes, el filósofo, enunció esta frase: “El hombre es un lobo para el hombre”. No nos convirtamos en nuestros peores enemigos. Ahora estamos en fase de supervivencia, y segundas oportunidades pueden ser la salvación para todos, obviando posturas ridículas que pretenden humanizar instintos animales y sin base que las apoye.

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