Estado de gracia
El inicio de este año ha traído, como cada enero, la posibilidad de avanzar en los programas de vida que cada uno elabora como ciudadano. En el 2020, el año de gracia, podemos ya afirmar de manera ecuánime que se han trastocado todos nuestros planes.
“Estamos viviendo historia”.
Esas palabras retumbaban en la cabeza de muchas personas que no se esperaban algo así. Y es cierto, hemos vivido historia, algo que marcará nuestro futuro de manera drástica. Las mascarillas han llegado para quedarse, el jabón de manos, las medidas de higiene, la distancia de seguridad y el confinamiento.
Cosa grave, cerrar un país 99 días y esperar a que todo el esfuerzo efectuado hasta la fecha no tenga unas consecuencias negativas en nuestros bolsillos, vigilando de reojo los posibles rebrotes. Debemos de actuar conforme lo vivido, rememorar la fecha 15 de marzo, ya en estado de alarma, y pensar que nuestras acciones pueden llevarse vidas. Nuestras acciones ahora afectan a nuestros seres queridos, nuestras madres, nuestros mayores, nuestros jóvenes. Nuestras acciones ahora nos afectan a cada uno de los que convivimos en este país.
Y entre tantos estímulos, recomendaciones, planes económicos y discursos, nace una leve preocupación al ver cómo todo se puede ir abajo de nuevo y lo vivido resurge como una pesadilla.
No hemos olvidado las experiencias de los sanitarios, no hemos olvidado cada aplauso o cada muerto, simplemente, lo hemos apartado como algo de lo cual ya hemos aprendido la lección, como un niño que aparta el juguete que tiene más viejo.
Señores dirigentes, aprendan. Aprendan a poder hablar entre ustedes y no buscar votos de las desgracias, aprendan a ver mucho más que cifras monetarias en vagones de metro llenos en plena pandemia, aprendan a sentir un poco de esta historia y a tomar conciencia de lo que ha ocurrido. Adáptense a las exigencias como su puesto les obliga, efectuando planes de actuación, protocolos y medidas de atención a los que más lo necesitan. Efectúen un plan educativo consistente y real. Conseguid la unidad que haga sentir que el pueblo español lucha codo con codo para solucionar esta calamidad.
El juguete roto no puede apartarse porque sigue aquí. En esta ocasión, muchos de nosotros tendremos que hacer autocrítica y valorar en el futuro si habría podido ser diferente con un poco más de conciencia en nuestros actos.
Pero igual ya es tarde. Estamos en un estado de gracia, un silencio entre los bombardeos y no podemos ni debemos bajar la guardia, mucha gente se ha dejado su sudor y su sufrimiento en hacer que las cosas cambien. No les faltemos el respeto.
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