Asturias ya tiene nombres, ¡y a mucha honra!
Publica LA NUEVA ESPAÑA con el titular «Los nombres oficiales de Asturias» la noticia de que se han añadido nuevas denominaciones a varias localidades. Denominaciones que modifican, con la justificación de «rescatar» las denominaciones tradicionales. Quien esto escribe no conoce hasta qué época se remontan los miembros de la Junta Asesora para la Toponimia para modificar a golpe de decreto los nombres que al menos, y que yo recuerde, desde hace más de 58 años, vienen utilizando a mucha honra la inmensa mayoría de los asturianos, que de ellos hablan y a ellos se refieren cuando salen de Asturias, con orgullo y muchas veces con nostalgia.
No sé si es una forma de justificar «gastos y cargos» con la que está cayendo, pero lo que sí sé es que lo que están generando es un estado de confusión tal que ni los autóctonos ni los foráneos van a saber ya ni dónde viven ni adónde quieren llegar.
No hay que olvidar que a este cúmulo de gastos y actos con sus correspondientes cargos, por otro lado totalmente prescindibles, se unió un cambio de denominación del nombre de las calles para más confusión, papeleo y, repito y reitero, gasto innecesario. ¿O no lo es el rotular por duplicado los nombres? ¡Es que hay indicadores de carretera en los que ya no caben tantas definiciones para ir a un lugar!, y sin embargo –un ejemplo–, a la histórica y siempre denominada «La Fresneda» le usurpan el nombre a favor de la urbanización, cuya denominación se aprobó allá por los años ochenta, siendo el firmante portavoz en el Ayuntamiento de Siero. Hoy el cartel que indica esta tradicional localidad está semienterrado y, por tanto, ilegible, cuando no desaparecido, mientras que el de la urbanización mencionada es de mayor tamaño, que el que indica, por ejemplo, hacia Lugones. Esperemos que los «doctos» miembros de la Junta decidan cómo se denominan uno y otro. Yo no tengo dudas, los documentos gráficos y fotográficos existentes lo demuestran.
Con todo, y con ese afán –más político que cultural– de retrotraernos a no sé ya qué época, lo que se está intentando revitalizar son las formaciones políticas de un regionalismo ficticio o de un nacionalismo de laboratorio, y que ya de manos del «gijonés» (que tan desafortunadamente definió la imagen de Cristo crucificado con una falta de respeto tal que a día de hoy al menos a mí no se me olvida), intentó que cuajara en las instituciones autonómicas y preautonómicas, más por su medro personal que por el de la defensa de los intereses de Asturias: los años pasados demuestran lo que afirmo.
Por todo, no veo la razón si no es puramente –como digo– política de uniformar lo que afortunadamente en Asturias es variado: su léxico, sus particularidades en el vestir tradicional, en el hablar, en la gastronomía y en sus acentos tan reconocibles cuando se sale de Asturias, que van desde el Oriente al Occidente y desde el Pajares al Cabo Peñas.
Empeño, en fin, vano y estéril, de intentar contra natura hacerlos equiparables a gallegos, vascos o catalanes, en sus particulares pleitos con Madrid; cuando afortunadamente somos radicalmente distintos en todo, o en casi todo. Puesto que cada cual tiene su historia y hasta sus «fueros». Los asturianos tenemos nuestra idiosincrasia y más los nacidos en La Corredoria, sin menospreciar, obviamente, a nadie. Y cuando nos la «hemos jugado» lo hicimos con un espíritu que en nada encarnan vascos, catalanes, navarros o gallegos, por la generosidad y la solidaridad con la que hemos actuado, no sólo por el bien de Asturias, «patria chica», sino por el de toda España.
Así que, por favor: ¡déjennos ser como somos!
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