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ReVelión en la granja

4 de Agosto del 2020 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

"¿Ha conocido usted algún "terraplanista"? He hecho esta pregunta a muchos de mis amigos, conocidos, familiares... y no he conseguido una respuesta afirmativa. He intentado ampliar esta "encuesta casera" pidiendo a los interpelados que, a su vez, formulen a otros la pregunta. Nada, ningún resultado positivo. Sin embargo, "haberlos haylos" (como diría un gallego), y lo más paradójico es la cobertura mediática que los mismos tienen. Esto último quizá responde a la atracción que ejercen en los medios los fenómenos o comportamientos tan fuera de lugar, tan excesivamente extraños que escapan a la lógica de cualquier persona común.

En la década de 1910, en el mundo taurino, destacaba un torero que, como la mayoría de ellos, procedía de un estrato social muy bajo y, por tanto, su nivel cultural era muy lamentable, José Miguel Isidro del Sagrado Corazón de Jesús Gómez Ortega, "El Gallito". Pronto empezó a frecuentar los ambientes sociales, culturales, políticos... En uno de estos encuentros coincidió con el filósofo José Ortega y Gasset; su interlocutor lo presentó como filósofo. "El Gallito", sorprendido, preguntó, ¿y ezo de filózofo qué e? Su acompañante intentó explicarle lo que era un filósofo y recibió la respuesta de "El Gallito": "Hay gente pa to". Desde entonces, este latiguillo se usa en España con frecuencia cuando queremos subrayar comportamientos o costumbres más o menos extrañas y/o estrambóticas.

Si lo de "El Gallito" puede tener su explicación en la incultura, no es del todo cierto que lo de los terraplanistas, antivacunas, negacionistas de la ciencia, del cambio climático, etcétera, pueda achacarse a la incultura, ya que entre ellos existen profesores, empresarios, funcionarios, enfermeras, médicos y cantantes famosos (el último en incorporarse ha sido Miguel Bosé), y lo más lamentable, responsables políticos mundiales (Trump, Bolsonaro, Putin...) se sienten cómodos dentro de este peculiar mundo. Es el signo de los tiempos, diría un buen amigo mío.

Se dirá que vivimos en un mundo libre y que, por tanto, cada uno es libre de expresar sus opiniones y sus "chaladuras", mientras sus comportamientos no afecten a terceros o a la salud pública. En estos días de pandemia, en los que los rebrotes crecen exponencialmente por toda Europa y en la mayor parte de las CC AA de España, las autoridades han impuesto el uso obligatorio de la mascarilla a sus ciudadanos; un grupo de antivacunas y antimascarillas pertenecientes a un autodenominado "ReVelión en la Granja", capean a sus anchas en el parque de los Hermanos Castro de Gijón (son nueve o diez... los he contado), convocan "asambleas" a las siete de la tarde a las que acude algún despistado o curioso. En las mismas, sueltan sus teorías, cada cual más estrambótica y disparatada. Hasta ahí, ello forma parte de la libre expresión de la que gozamos en este país. El problema radica en que cualquier ciudadano que hoy camine por Gijón y no lleve la mascarilla, automáticamente es sancionado por la Policía Local, salvo estos negacionistas que disfrutan del "privilegio" de no llevarla y además hacen proselitismo en contra del uso de la misma y de la vacuna que está por venir. Vacuna que el 99 por ciento de la población espera como agua de mayo para volver, esta vez sí, a la normalidad y dejar atrás este maldito año 2020.

Es evidente que la libertad tiene sus límites, pero al parecer esos límites no afectan a esta gente. Desde que los movimientos antivacunas capean a sus anchas por el mundo, 2,5 millones de niños estadounidenses no han recibido su primera dosis de vacuna (le siguen los niños franceses y británicos con 600.000 casos sin vacunar), según Unicef. Francia e Italia han reaccionado y han promulgado leyes que hacen obligatorias varias vacunas y prohíben la matrícula de niños sin vacunar, bajo el principio de que "la vacunación es más que bienestar individual, es una acción de solidaridad social"... pero olvidan destacar que el movimiento antivacunas es un peligro para la salud pública. En Australia, el gobierno ha optado por retirar beneficios sociales a las familias que no vacunen a sus hijos.

Las vacunas son probablemente el mayor avance contra las enfermedades en la historia de la humanidad. Así lo certifican la comunidad científica mundial y la OMS, mientras el fundamentalismo islamista en Nigeria y Paquistán ha promovido una cruzada terrorista contra los sanitarios que tratan de erradicar la polio en estos países, emparentándose así con los antivacunas del mundo rico.

"El Gallito" no hacía daño a nadie con su incultura (salvo a ese bello animal que es el toro, pero eso es motivo de otro debate); los que creen que Elvis Presley sigue vivo tampoco hacen daño a nadie con su chaladura; pero los miembros de "ReVelión en la Granja" son potenciales transmisores del coronavirus (y de bulos pseudocientíficos) y no son sancionados por el no uso de mascarillas, mientras el resto de los mortales sí.

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