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Funcionario me confieso, con perdon

15 de Junio del 2010 - Félix Martín Martínez (Oivedo)

En aquel tiempo la apuesta giraba en torno al conseguimiento de un trabajo fijo, que garantizara el sueldo sin los avatares propios de las empresas privadas. Además, aquello de estudiar en la Universidad, tanto si los progenitores ya lo habían hecho, mucho más, como es mi caso, si no habían tenido esta oportunidad, parecía inevitable. Fue así que después de dos diplomaturas universitarias, una licenciatura superior (más tarde, un doctorado), entramos en procura de una plaza de profe de instituto, y la suerte nos sonrió a la primera. Hétenos aquí profesor, funcionario, con perdón. Ya se sabe, dos meses de vacaciones, más Navidad y Semana Santa (con perdón por lo que de connotación cristiana tiene la cosa).

Un trabajo apasionante, veinticinco alumnos por clase a veces de nueve nacionalidades distintas (ya se sabe, una alianza de civilizaciones); unos modales, las más de las veces, aún por descubrir; un vestuario anárquico que enseña bragas, sujetadores y calzoncillos; de marca, eso sí; piercings /o tatoos en la piel, en una demostración de arte vanguardista; las orejas conectadas a un aparato de última generación, el móvil presto y dispuesto a mensajes llamados o al reportaje fotográfico que, además, puede ser colgado en la red para escarnio de sus protagonistas.

Así las cosas, cada día me toca hacer de profesor, de enseñante, de educador, de asesor de imagen, de orientador profesional, sexual y televisivo, de apuntador de buenos modales o expresiones no blasfemas: «Es que en mi casa hablo así...», a veces hago hasta de traductor. Pero hay más. Teóricamente, una vez a la semana (puede darse inesperadamente cualquier día a cualquier hora), la visita de los progenitores. Aquí, demasiadas veces me toca hacer de lo mismo, es decir, de profe, de educador y hasta de padre: «... Es que no puedo con él...». Hago de orientador académico y profesional, de programador de horarios: «.... es que imagínate... se pasa el día en su habitación: televisor, ordenador, móvil y demás artilugios son su compañía». Hago de reconductor de modales (demasiadas veces habría que empezar por reconducir a los mismos progenitores que, a la primera, me tutean como si hubieran dormido conmigo).

Procuro tratar a mi alumnado, no digamos a sus progenitores, como si de arcángeles se tratara. Estar al día en todo tipo de cursos de formación, de revistas de actualidad, de material didáctico, y de invertir en mejorar dos lenguas extranjeras. Ansío entrar en el detalle de la carrera profesional, y nada me importa que, todas cuantas veces lo deseen, evalúen mi trabajo con lupa o microscopio, si fuere menester.

Procuro dar ejemplo de vida sana y cantarina (sidra moderadamente, y vino, el recomendado por la OMS); cuido mi imagen, y hasta mis andares. Y todo ello por una soldada de funcionario (con perdón), que soy incapaz de gastar cada mes. Estoy al día en los impuestos oficiales, y hasta en los impuestos revolucionarios como el de la gasolina, el del peaje del Huerna (recuérdese, el que nos iba a quitar Zapatero); me resigno a ver a mis políticos locales y autonómicos en coches oficiales (de hasta 16 millones de pesetas); verlos gastar visas oro, cobrar kilometrajes como si los recorrieran de rodillas; comisiones como si fueran jeques del petróleo y cosas de este tenor.

Pues nada, que ahora, no obstante, me bajan el sueldo y me dispongo resignadamente a asumirlo con deportividad. No estoy en desacuerdo con ello; estoy contra todo lo anterior. Estoy contra los sindicatos, sindicaleros y demás giróvagos de bajura, contra los politicastros de sueldos hipermillonarios que no fueron capaces de acabar el Bachillerato (véase a la consejera por herencia familiar, la comunista Noemí Martín) estoy contra los politicuelos emboscados en una lista cerrada, pues, abierta, los excluiría por ineptos. Estoy contra el despilfarro de tantos asesores «digitales»; contra quienes, como la esposa de Areces, ocupa a dedo («okupa»), plaza de licenciada, siendo diplomada; contra el despilfarro de una Policía autonómica que sirve para nada; contra la existencia de una RTPA que sólo sirve de mensajería política del equipo de gobierno. Estoy contra la inutilidad de una Procuradora General del Principado (sólo por ser la hermana de la alcaldesa de Gijón); contra la inutilidad del puesto de delegado de Asturias en Madrid (sin más obligaciones que la de cobrar un sueldo millonario);contra la sede del Gobierno de Asturias en Bruselas, otro despilfarro indecente. Estoy contra mucho más. Y para que además no me riña Zapatero, me dispongo a bajarme... el sueldo para seguir siendo un patriota. ¿Y usted?

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