Jubilación de la Guardia Civil de D. Manuel Flores Veiga
Era un día gélido de invierno del 75, viajaba dejando atrás a sus padres a su hermana, a sus amigos, no terminaba de cerrar los ojos soñando que estaba recitando a Rosalía de Castro: “Adiós ríos, adiós fontes. / Adiós regatos pequenos. / Adiós vista dos meus ollos. / Non sei cando nos veremos”.
Cuando oía un canto en la lejanía: “Instituto gloria a ti, por tu honor quiero vivir, viva España, viva el Rey, viva el orden y la ley, viva honrada la Guardia Civil”.
Sin darse cuenta, entre el sueño y la realidad, entre la añoranza y la ilusión, se encontró con el sonido del “turullu” del pozo Tres Amigos, entre el devenir de mineros con la cara manchada del negro carbón, y el escanciar de la sidra: “Asturias, patria querida; Asturias de mis amores”. De repente un hombre con tricornio, con voz fuerte, ronca y autoritaria reclamaba: “Manuel Flores Veiga”. “¡Presente!”, respondió, era la hora de la “lista”.
La lista, ¡maldita lista!, la calle del “viciu”, el Faust, hora de angustia, pérdida del Recollo y sin remedio el taxi de Rivas, el mismo que le llevaría al altar, no quiere llegar tarde, le amenaza guardia de puertas de domingo.
Vio con buenos ojos, cambiar de aire y de especialidad, por lo que se desplazó a pisar la blanca y fría nieve de Candanchú, pero comprobó en su cuerpo que las escaladas en las Piedras Rojas, los descensos con esquí del Tobazo y las caminatas al Ibón de Estanes no eran lo suyo, prefirió alimentar a los aspirantes a Esquiadores-Escaladores, hoy GREIM, de Coll de Ladrones-Jaca, con los desayunos de Veiga que le hicieron merecedor de alguna salidas extras, con su Jefe Lampisto.
Era una persona inquieta, muy pronto su sencillez, simpatía, trabajador incansable y, sobre todo, buena persona le hicieron granjearse el afecto e interés de sus superiores, y pasó para lo que sería su casa hasta el dia de hoy, Mieres, primero en el puesto, después en las oficinas de la Compañía, allí le esperaba el que sería su profesor, amigo incondicional, otra extraordinaria persona, un profesional como “la copa de un pino”, Luis López. Perdiste a tu mejor amigo, como un hermano para ti, pero te diré que tienes muchos más, siempre recordaste aquello de que “la amistad es el primer grado de parentesco porque un hermano puede no ser tu amigo, pero un amigo siempre será tu hermano”.
Haciendo favores a todos los que llamaron a su puerta, fueran o no compañeros o amigos, recreando como suyo lo que el Duque de Ahumada redactó en el reglamento… “y si algo debe esperar de aquel a quien ha favorecido, debe ser sólo un recuerdo de gratitud”.
La saga de los Flores siempre ponderan a sus seres queridos, su hermano y él quisieron seguir los pasos de su padre, y ahora su sobrino hace lo propio; desde luego, mejor ejemplo no lo podrían haber tenido. Sufrió con su madre hasta la extenuación, como no podía ser de otra manera, como hijo ejemplar que siempre fue, pero ahora los dos, desde el cielo, bendicen su nueva vida, al timón tanto de la familia Flores como de la Fernández también.
Puede estar tranquilo al final de su vida laboral, después de tanto sacrificio, penurias y sin sabores pues le queda su familia, siempre incondicional al mando de su querida hermana; también quedamos nosotros, que hoy, y siempre, estaremos con él, y debe recordar que “nunca sentirás el frío, ni la soledad, ni la intemperie pues llevas en tu corazón la fidelidad de unos amigos”. Hacer un amigo es una gracia, tener un amigo es un don, conservar un amigo es una virtud y ser su amigo es un honor.
Después de casi 45 años, dejando atrás un cúmulo de anécdotas, y servicios, D. Manuel Flores Veiga, se jubila de la Guardia Civil, pasaron por sus manos infinidad de expedientes y propuestas a condecoraciones, pero sus medallas son la familia y los amigos, eso sí, sin dejar de pensar.
“Miña terra, miña terra / Terra donde m’eu criei / Hortiña que quero tanto / Figueriñas que prantei”.
Tu amigo y compañero.
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