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I can't get no despreocupación

14 de Junio del 2010 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Huelgan las huelgas. No tenemos imaginación para evitar lo que nos viene: «La realidad no es inmutable, hay que imaginar el mundo de otra manera» [Amin Maalouf]. Imagino una música de fondo con la inconfundible voz de Mick Jagger en un I can't get no que acongoja ante tanta satisfacción sindical y política con la que se ignoró lo que era previsible hace décadas, cuando se creyó en paraísos naturales especulativos y no en el esfuerzo productivo, mientras otros países menos naturales se esforzaban en producir. No podemos creernos que siempre la verdad está de nuestro campo y que nunca se puede imaginar que el otro no pueda llegar a ser tú, en esta dinámica global que busca democratizarse. Por eso, lo más que se puede decir de algunos que dicen ser, es que no lo son. Pues siempre existen otros que van ganando en problemas a resolver, mientras los que no son, nunca creen tener problemas. Pero [como dijo M. Kendig] «'siempre' y 'nunca' son dos palabras de las que uno siempre debería recordar no utilizar nunca».

¿Debemos despreocuparnos y esperar que empiece a llover para arriba? Nada puede ser lo que era y, lo que era, era absurdo. Lo que debemos esperar es que continúe lloviendo bajo esos paraguas que nada protegen ya (ni protegieron, ni parece que estén aprendiendo a hacerlo) a los trabajadores de esta tormenta que nos va a dejar sin la seguridad social, inundados, empapados, con problemas respiratorios y sin salud.

Si bien una huelga general es el recurso de los trabajadores para decirle a un gobierno: «¡eh! ¡Así que trabaje Rita!» En estas circunstancias, y por las medidas que se están empezando a tomar ahora, no la creo necesaria. Se deben imaginar otras posibilidades: ¿qué tal si en lugar de la huelga general se promueve un apoyo general al Estado para que dé garantías a esos trabajadores de los que prescinden los amordazados emprendedores, concretándose en un ingreso al INEM (SPEE) de lo ganado en una jornada de huelga de celo en el puesto de trabajo? Sería una autoridad ética que parece no se desea tener. La huelga general en época de vacas gordas para aumentar los ingresos de los trabajadores ¡sí! Pero nadie pensó en eso entonces. Y digo que se aporte a una cuenta del INEM, porque supongo que algunos lo preferirán a la otra posibilidad de que se haga tal aportación a una organización sin ánimo de lucro como Caritas. Aunque, tal y como defienden los sindicatos la función de sus centros colaboradores y sus empresas sin ánimo de lucro, igual imaginaron un cambio en el mundo a otra manera, y resulta que debemos dar la recaudación de ese día de trabajo a Caritas. Ese día, los empleados de la banca tendrían las oficinas abiertas todo el día; aunque, bien pensado, los bancos deberían tener las oficinas abiertas todos los días, mañana y tarde, para generar empleos y dar servicios y no esas prejubilaciones multimilmillonarias; pero parece ser que esas batallas sindicales ya hace tiempo que se perdieron. «La culpa es de los trabajadores por tener los sindicatos que tienen» [Gustavo Bueno]. Unos sindicatos que deben aprender que los procesos automáticos son para otra cosa bien distinta que para dar prejubilaciones con perdidas de empleos y sustituciones por jóvenes con menos sueldo, más jornada laboral, y mejor preparados para la automatización. No se ha sabido ni se sabe gestionar sindicalmente el reparto del tiempo libre y la riqueza que generan los procesos automáticos. Ésta locura, junto con la de considerar que para el progreso y el bienestar de una familia se debe de no tener descendencia, puede llevarnos al colapso estéril de la senectud. Es necesaria otra actitud más enfocada a lo global (no existen las mismas condiciones laborales en todos los países), las importaciones de países sin derechos humanos y sin reconocimientos sindicales deberían sólo ser posibles con una especie de IVA que repercuta en ellas. Es un sin sentido que el libre mercado esté contra la libertad de esos países a poder imaginar una realidad de otra manera. Pero mientras sea buena la situación para mí aquí; ¿el prójimo?, ¡ése! Para Caritas. Una Caritas tan global que, cuando lo de Haití, no tuvo que ir, ya estaba allí.

Otros sindicatos son posibles (centrados en una lucha más global y específica, empezando por las abandonadas pymes y su singularidad, llegando a acuerdos específicos en ellas); unos sindicatos que no intenten suplantar al Estado (sino que defiendan que el Estado sea quien realice las funciones encaminadas al estado del bienestar por medio de sus funcionarios; reconociendo que ellos no son funcionarios); unos sindicatos independientes que vivan de sus cuotas de afiliación esforzándose en hacer afiliación y ser competitivos en su labor (porque la única aportación que haría el Estado a los sindicatos, sería fijar una cantidad como deducción neta por cuota sindical en la declaración a Hacienda de aquellos trabajadores que justifiquen su filiación, nunca subvencionar directamente sindicatos afines); pues bien, esos otros sindicatos, no existen. Hemos hecho Historia y totalitarismo y ¿Ahora qué hacemos? Pues imaginar el mundo de otra manera.

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