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La serenidad, una apuesta necesaria

23 de Agosto del 2020 - Carmen González Casal

Primero, la experiencia del confinamiento. Más tarde, unos breves días de descanso en mi Paraíso particular, mirando al Cantábrico. Ambas circunstancias me brindaron, en este 2020 –difícil de olvidar–, la oportunidad de pararme, de pensar, de cultivar el mundo interior con buena lectura y excelentes conversaciones, sin prisa, con sosiego. Creo que fue una lección práctica sobre cómo mirar la vida y los sucesos cotidianos desde otra perspectiva. Visión que me gustaría compartir en estas líneas.

Lo hago al hilo de las consideraciones que el profesor José María Carabante hace del filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han, de la Universidad de las Artes de Berlín, convertido en un fenómeno mundial de ventas, porque en sus libros analiza las causas de la insatisfacción del hombre de hoy, dando respuestas poco convencionales, pero que motivan y convencen. Frente al activismo, la prisa del hacer, del no parar –hasta para descansar–, inundando la existencia de planes y proyectos, en un continuo vivir hacia fuera, sugiere cultivar la contemplación, la serenidad y el ocio, entendiendo este no como no hacer nada, sino relacionándolo con lo festivo, lo religioso y lo ritual. Habla de ello en “La sociedad del cansancio”, sugerente título cuando quien más quien menos estamos metidos en esa espiral de la acción. Por eso me gustaría ahondar en la serenidad como un modo habitual de estar en la vida: cuando descansamos y cuando trabajamos, cuando proyectamos y cuando nos divertimos.

El mismo vocablo suena a susurro y evoca paz, sosiego, tranquilidad, calma… Esa paz que todos buscamos y que deseamos ver en todo lo que nos rodea porque nos lleva de la mano hacia la felicidad. Séneca ya lo intuía al hablar en sus “Diálogos” de “algo magnífico y sublime y cercano al dios: no dejarse agitar”.

Sin embargo, esta actitud deseable no es fácil. La vida, el cada día en su fluir, nos ofrece actividad, problemas, contrariedades. La acción llama a la acción y se requiere una determinación que haga de la serenidad enseña de nuestra personalidad.

Sumario: De la importancia de la contemplación y la serenidad frente al continuo vivir hacia afuera

Destacado: El hacer por el hacer, si no se retroalimenta, nos vacía, nos despersonaliza, nos lleva a una inercia carente de sentido

Para conseguirlo, conviene transitar por una senda hoy en día bastante olvidada. El hacer por el hacer, si no se retroalimenta, nos vacía, nos despersonaliza, nos lleva a una inercia carente de sentido. Es importante vivir el presente, disfrutando del momento, sin estar en el antes o en el después. Tenemos que vivir lo que hacemos, tanto si estamos solos como si compartimos momentos vitales con otras personas.

Al tiempo, conviene que la actividad vuelva de nuevo a cada uno mediante la reflexión, de manera que entre en juego la dimensión interior que todos tenemos y con la que apenas contamos, quizá porque muchas veces esté vacía y mirar hacia adentro nos aburra o nos dé miedo, depende como se mire.

No hacer por hacer, dejándose llevar. Moverse, en cambio, con un sentido, hacia una dirección marcada por los principios o valores que nos lleven a disfrutar de una vida plena y feliz, que no está reñida con la senda costosa y empinada que nos lleva a coronar, con satisfacción, la cumbre.

Para terminar, que sea Byung-Chul Han quien nos ponga los deberes. Frente al frenesí, propone la revolución del sosiego. Ante la cultura del rendimiento, la vuelta a lo que no ofrece utilidad inmediata. Donde rige una economía de medios, defiende la reflexión sobre los fines. Y, por último, en el momento en que el trabajo se extiende hasta nuestras alcobas, recomienda ponerle coto.

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