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Pixán o el triunfo del sentimiento

24 de Agosto del 2020 - Laureano Suárez

"Si hubiere naciu’n Nápoles nun cantaba mejor". Eso me dijo Juanito, un vecín de Pintueles que a los 80 sigue siendo Juanito y sigue amando la música. Hablaba, como es de sospechar, de Joaquín Pixán. Vieja es la tradición de la afición a la música en Pintueles, lugar en el que ya mi abuelo recorría sus buenos ocho kilómetros para ir a escuchar zarzuela a un caserío donde había un "pick up", lo que viene siendo un tocadiscos de toda la vida y de los que ya apenas se ven.

Ahora reina internet, donde hay algunos emperadores como Youtube o Spotify en cuyas arcas abundan sonoras riquezas que, por fortuna, están al alcance de todo hijo de vecino. Es ahí donde un día el brillo de una de sus joyas me magnetizó. La joya era Francesco Paolo Tosti; el brillo, Pixán.

SUMARIO: La emoción que despierta el repaso del tenor a la canción italiana del siglo XIX

DESTACADO: La música es ese veneno que te apetece inyectarte en lo más profundo del ser, el narcótico sonoro que te lleva arriba, arriba, allá donde no llegarás nunca si no es a lomos de una nota

La música es el más extenso e intenso de los paraísos sensoriales. Es imposible huir. Es el de las sirenas el más hermoso y verdadero de los mitos humanos, un canto irresistible aun a las puertas del naufragio. Es ese veneno que te apetece inyectarte en lo más profundo del ser, el narcótico sonoro que te lleva arriba, arriba, allá donde no llegarás nunca si no es a lomos de una nota. Y ahí estaba Joaquín libando el néctar exquisito de la música de Tosti: "Tristezza".

Pulsé una tecla y ya no pude moverme. Esa primera nota del piano de Giovanni Auletta me despertó del sueño de la vida y me llevó a la vida de los sueños, a ese conmovedor lugar en el que los sentidos se aflojan, se entregan, se funden como cinco metales en uno solo: el oído. Y de esa aleación sónica brotó un sexto metal, un halo de platino, una seda dorada, un morboso humo de gloria: "Guarda, lontan, lontano…".

El fallo de la escritura es que no suena sino dentro de cada uno. Dentro, muy adentro, se abrieron los sutiles canales de la belleza y por ellos circularon durante casi cuatro brevísimos minutos las notas de Tosti envueltas en la cálida voz de Pixán. Una voz de tenor de la que no debo decir absolutamente nada. Mejor que yo lo dijo Montserrat Caballé públicamente: "Posee la voz más bonita que yo haya escuchado". Juanito diría: "Díxolo Blas, punto redondo".

Para quienes gustan de la música, mal llamada culta –¿es que la hay inculta?–, para los que disfrutan con voces líricas, con músicas nacidas entre siglos al calor de grandes obras, de grandes nombres, de excelsos cantantes en los ambientes de la Viena clásica, de la romántica Nápoles del ya lejano XIX, para todos esos, el disco de Joaquín Pixán "La canción italiana del XIX" es esa pieza del puzle que encaja justo en el hueco de la armonía y nos permite oír un paisaje musical que nos llena los ojos de… lágrimas.

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