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La pederastia y el clero

27 de Junio del 2010 - José Ramón Rodríguez Fernández (Oviedo)

Menos mal que ya desde mi niñez he tenido la suerte de conocer las lenguas clásicas, si no me resultaría difícil entender la primera de estas dos palabras, desconocida hasta hace poco tiempo y hoy de moda, referida al clero.

Efectivamente, la pederastia, este pecado del que hoy tanto se habla, ha sido cometido por algunos clérigos y por otros muchos que no lo son. No sé muy bien lo que ha ocurrido en otros países, pero creo que en España estos casos, si los hubo, son contados. En el año 60 en el Seminario de Oviedo estudiábamos 460 jóvenes. Jamás sacerdote alguno, a cuyo cargo nos encontrábamos, nos hizo insinuación alguna al respecto. ¿Qué ocurriría si yo ahora por un interés particular denunciase a uno de aquellos sacerdotes que entonces nos atendían? Tengo la impresión de que esto se está magnificando en algunos medios de comunicación por intereses bastardos. Quiero recordar ahora que nuestro Dios se ha humanizado en la persona de Jesús de Nazareth. Este hombre, cercano, con un alma llena de amor y sentimientos, nos ha transmitido un mensaje antes desconocido y sorprendente en el que manifiesta que Dios es nuestro padre y nosotros sus hijos, que todos somos hermanos y, en consecuencia, tenemos que llevarnos bien todos, incluso con los enemigos. Al despedirse de sus discípulos les dice que se va a prepararles una estancia donde con El puedan vivir juntos. Y es que un padre nunca está a gusto sin sus hijos. Yo jamás he oído un mensaje tan impresionante y tan alentador.

Esta doctrina es la única que pueda dar sentido a nuestra vida y sacarnos de cualquier crisis individual y colectiva. Y por tanto debiera ser conocida ya desde la niñez por todos los ciudadanos.

Hablando un día Jesús con sus discípulos les dijo que cualquier pecado se perdonaría menos aquel cometido contra el Espíritu Santo. El perdonó a aquella mujer que había sido infiel, diciéndoles a los hombres que iban a apedrearla: «El que esté sin pecado que tire la primera piedra».

La pederastia del clero y de los laicos, los asesinatos y los robos, por graves que sean, se perdonarán. Entonces, ¿qué quiere decir Jesús cuando habla de que el pecado contra el Espíritu Santo no se perdonará? ¿De qué pecado se trata? Jesús tuvo una reacción muy fuerte en contra de aquellos que criticaban y trastocaban sus enseñanzas, llamándolos fariseos hipócritas. Esa reacción es la misma que yo tengo hoy respecto a los que sólo piensan en criticar y ridiculizar a la Iglesia sencillamente porque la odian.

¿Por qué es un pecado tan grande criticar a diario a la Iglesia? Sencillamente porque ésta es la encargada por Jesús de transmitir al pueblo esta doctrina tan maravillosa.

La Iglesia ha predicado siempre el amor y nunca el odio. Siempre ha desarrollado una labor social. Yo, que casi a diario voy a la residencia de ancianos del Naranco a echar una mano, me maravillo al ver el trato afable y cariñoso que aquellas religiosas dispensan a tantas personas mayores, enfermas y en cierto sentido desamparadas.

No se habla nada de ese gran número de misioneros que están malviviendo en países del Tercer Mundo, ayudando a los necesitados sin recibir nada a cambio, como lo hicieron en su día Teresa de Calcuta o Vicente Ferrer. La Iglesia ha creado colegios, conventos, seminarios y universidades donde se han educado millones de jóvenes. Ha estado presente en hospicios, orfanatos y hospitales. Ha promocionado la cultura y el arte.

El mundo de Occidente, donde se encuentran los países más avanzados, si no fuera por el cristianismo, hoy sería un erial.

Cualquier gobierno del mundo debería estar orgulloso de poder contar con esta Iglesia que, a pesar de sus defectos, ha sido la institución que durante siglos mayor bien ha hecho a la humanidad.

Volviendo a la pederastia, la Iglesia ha sido indulgente con los clérigos que la cometieron. Creo que son personas enfermas y necesitan tratamiento antes que cárcel. Ésta no admite que las mujeres tengan derecho a abortar, pero también es indulgente si lo hacen, está dispuesta a ayudarlas y tampoco quiere para ellas la cárcel, aunque se trate del delito más grave y más frecuente conocido.

Termino invitando a todos los creyentes a que no se cansen de rezar el padrenuestro. Que pidan con insistencia que llegue a nosotros su reino, en el que haya verdadero amor y desaparezca tanto odio. Así las cosas podrán arreglarse. De lo contrario no vamos a ninguna parte.

José Ramón Rodríguez Fernández, Oviedo

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