Carta de despedida a don José María Ortiz Roces, párroco, en su jubilación
Querido D. José María:
Te escribo en mi nombre y también en el de la Camerata Flor de Roble, el pequeño grupo coral radicado en el concejo de Ribadesella, para desear que en tu jubilación conserves las mismas cualidades que has compartido con todos como cura párroco en Ribadesella y Caravia.
Respecto a la Camerata Flor de Roble, he de decir que siempre has mostrado una actitud abierta y acogedora hacia nuestras peticiones para actuar en las iglesias de tu parroquia, no solo en los eventos litúrgicos sino también en los laicos, sin duda porque conocías bien nuestro enorme respeto por las cosas del espíritu. Nunca nos faltó tu entusiasmo para escucharnos y para abrir los templos de tu parroquia a todas las gentes y auditorios, feligreses o no.
En cuanto a mi propia experiencia, una de las cualidades que más me han impactado ha sido tu manera de iluminar cualquier encuentro, fuera de forma casual en un pasillo del supermercado o en el ámbito de las celebraciones litúrgicas. Quisiera citar un par de tales situaciones, que tuvieron lugar en la iglesia de San Salvador de Moru. En el mes de enero de 2019 se reunieron muchos vecinos y otras personas para celebrar la misa de la Luz, en la que la Camerata Flor de Roble intervino. Había una atmósfera cargada de expectativas, sin importar el frío intenso de la tarde. Tú, don José María, enriqueciste esa misa con tu entusiasmo, y cuando llegó el momento de repartir la luz a través de las velas, recorriste la nave y te acercaste hasta la última persona para asegurarte de que a nadie le faltaba el humilde cabo de vela, la simbólica luz del espíritu.
Aquella situación tuvo lugar en el marco de la iglesia ya restaurada, reluciente, y la otra fue en el mismo lugar algún tiempo antes, en 2009, pero a años luz de distancia. Fue cuando la iglesia amenazaba ruina con nada más en pie que las paredes exteriores y la bóveda del cabecero. Invitaste al relativamente joven Coro La Fuentina a cantar la misa en aquel lugar casi devastado, y aquel fue uno de los muchos eventos en los que te implicaste para animar a la gente a proteger ese templo. Tú y los miembros del coro estábamos reunidos bajo la bóveda, y los demás presentes estaban repartidos entre las piedras caídas de la nave, todo al aire libre, bajo el cielo. No importaban las pobres condiciones, tu entusiasmo y fervor por estar allí eran evidentes y tangibles.
Hemos sido muchos los coros y músicos que han actuado en algunas de tus iglesias, tus parroquias, siempre con la seguridad de contar con tu sincera y calurosa bienvenida. ¡Que nunca se apague tu luz!
Camango, Ribadesella
Dorothy Gillett Jones y la Camerata Flor de Roble
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