En recuerdo de Amadina Deaces, del Restaurante Miramar de Sama de Langreo
A Sama, esta tierra de trabajo, esfuerzo, sacrificio, de la mano de su querido Tante, llegó Amadina, que, si uno tenía el corazón grande, la otra no le iba a la zaga.
En esta tierra dura, de trabajo, carbón y mineros, Amadina nunca se conformó con hacer una vida, digamos, normal: su trabajo, su marido, la familia... Ella fue todo lo que hoy reivindica la mujer, protagonista de su vida.
Su ímpetu emprendedor la llevó a formar parte de la historia de Sama, pero de la historia cercana, del día a día, de la gente por la gente, de la solidaridad.
Luchadora incansable, trabajadora hasta el cansancio, sacrificada, llevó al máximo su carácter emprendedor; ¿quién no probó los callos o el caldo de aquel Miramar repleto de gente?
Su altruismo fue enorme, no marchando nadie que se le acercase a pedirle ayuda sin su plato de comida, cama, o la ayuda económica que necesitase. Fue trampolín de aquellos que llegaban a Sama a buscar su futuro, sin saber cuál sería su devenir, y que encontraban en Amadina su muelle salvavidas.
Amadina hizo historia, pero la de verdad, la de las personas por las personas.
Y si estas modestas letras suponen su homenaje, también cabe hacerlo extensible a su hija, Geni, que cuando llegó la enfermedad del olvido no dudó en dejarlo todo y que mantuviese esa dignidad que Amadina forjó. ¡Geni, para ti también este homenaje!
A Andrea y Lara, deciros que cuando sintáis que la vida se pone cuesta arriba, acordaros de Amadina, sacrificio, lucha y valentía, armas que usó para salir de todos sus problemas.
A los familiares, sabed que Amadina cumplió con creces su misión en la vida, y sirva todo ello de ejemplo, y mientras la tengamos en nuestra memoria perdurará su recuerdo.
A amigos y vecinos, y a los que en algún momento os relacionasteis con ella, quedaros con el recuerdo de sus buenos momentos y perdonadle sus defectos, ella jamás guardará rencor.
Gracias, Amadina, por todo lo que nos diste. Descansa en paz.
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