Ayuntamientos y festejos
El día 21 de junio es el día mágico por excelencia, ya que nos trae de regalo la noche más corta y el día más largo del año, a la vez que pone fin a una loca primavera de la que aún nos estamos recuperando. Este esperado día supone, además, el pistoletazo de salida para iniciar las fiestas de verano de muchos pueblos, villas, y ciudades.
Aunque la primavera ya nos ofreció un pequeño/gran avance de ello, lo que nos espera es atronador, y no me refiero precisamente al ruido ambiental, que también sí, sino al despilfarro económico que los ayuntamientos exhiben sin pudor cuando las campanas repican a festejos.
Hasta el momento, han sido múltiples las quejas expuestas por los ediles de todos los ayuntamientos por la vaciedad de sus arcas públicas, suplicando ayudas estatales (que todos pagamos) para poder realizar algunas mejoras en sus pueblos, villas, o ciudades. Ayuntamientos que están contribuyendo a que miles de pequeñas y medianas empresas, lleven meses y meses esperando que se les pague sus mercancías o trabajos ya realizados, y que se ven imposibilitados para seguir adelante con sus negocios o para hacer frente a nuevos proyectos. Si no se les paga ¿cómo mantener a sus empleados, cómo salvar la empresa?
¿De donde sale el dinero, me pregunto, para pagar a tanto cantante famoso, chirimbainas varios, y mantener tantas jornadas de fiesta?
¿Cómo se explica esto? ¿Qué milagro ocurre para que las arcas públicas se llenen para estos menesteres y no para otros muchos que son más necesarios?
¿Es bueno dar esta imagen de derroche, de algarabía ficticia, ante los ojos de tantas familias seriamente afectadas por la crisis?
Yo misma me respondo, no.
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