Julia Freijedo, la Agustina de Aragón de la Guardia Civil
En las primeras horas de la tarde del día 6 de octubre regresaba el cabo Dionisio López, comandante del puesto de Ciaño, con su esposa, Julia Freijedo, y sus hijos Carmen y Francisco. Venían de celebrar el cumpleaños de su abuelo paterno, guardia retirado, don Francisco López, que los acompañaba. En las inmediaciones de la casa cuartel, en el parque de enfrente, empezaba a reunirse gente armada. Tras despedirse de su padre y abuelo, entraron en el cuartel observando desde las ventanas cómo aumentaba el gentío y de pronto desde el exterior conminan al cabo López la inmediata entrega del cuartel bajo la amenaza de tomarlo. Ante la negativa del comandante del puesto, rompieron las hostilidades con una descarga cerrada.
El ataque al cuartel se hacía sin reposo. La defensa sin descanso, había que tomarlo a toda costa y exterminar de una vez a aquellos valientes guardias civiles. En un momento de calma se pactó una tregua para permitir la salida de las esposas e hijos de los guardias. Con sus hijos ya en manos de familiares, Julia Freijedo se negó a abandonar el cuartel y pistola en mano se sumó a los heroicos defensores, cuatro hombres y Julia frente a una multitud. Cuando los certeros disparos de los defensores empezaron a causar bajas a los sitiadores, se inició una pequeña calma, los atacantes cambiaron de táctica y con la llegada de mineros de otras zonas se inició el ataque con dinamita, bombas incendiarias, líquidos inflamables, etcétera. Las bombas levantaban el tejado, abrían boquetes en los tabiques, y el edificio amenazaba con desmoronarse. Ante esta situación, los supervivientes decidieron bajar descolgándose con sábanas al patio del cuartel y desde allí continuar la defensa. El cabo López, ante la gravedad de la situación, manda a su esposa que tire la pistola y se ponga a salvo, negándose esta en redondo, y ante su negativa intenta a la desesperada una salida cayendo abatido en la puerta del cuartel ante su esposa, que continúa la lucha y muy poco después cae acribillada junto a su marido, del que ni la muerte pudo separar.
El cabo don Dionisio López Fernández, los guardias don Pedro González Yáñez, don Amador Graña Carrera, don Joaquín Orilles Miravalles y Julia Freijedo, a la que se denominó “la Agustina de Aragón de la Guardia Civil”, nunca fueron ni premiados ni reconocidos su valor y heroísmo.
A los más de 90 muertos y 70 heridos de la Guardia Civil que lucharon en Asturias defendiendo la República y el Gobierno democráticamente elegido nunca se les reconoció ni premió su gesta, y ante las peticiones realizadas para que el Gobierno premiara su sacrificio, la contestación del Presidente fue un lacónico: “Cumplieron con su deber”.
En recuerdo de mi amigo, ya fallecido, Francisco López Freijedo y de su hermana Carmen, que muy niños perdieron a sus heroicos padres, y ante la reciente festividad de la Virgen del Pilar, su patrona, el relato anterior con todo el cariño y admiración que como español de bien siento por la Guardia Civil y con el ruego de que la llamada Memoria Histórica sea memoria cierta y para todos, pues es de justicia no olvidar a quienes dieron la vida por su patria.
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