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La moral o el morral

20 de Julio del 2010 - José Ángel Aguirre González (Oviedo)

Dice el supuesto representante de Dios en la Tierra -aunque a decir verdad tiene muchos competidores a ese título en diversas zonas del mundo- que siente profundamente el que algunos de sus sacerdotes y obispos se hayan dedicado a abusar sexualmente -el abuso ideológico con fines proselitistas se da por bueno- de los niños a su cargo pastoral. Incluso, -y esto ya es nuevo del todo- dice que a partir de ahora estos abusadores serán denunciados y entregados a los tribunales civiles, es decir, que no podrán disfrutar ya del ocultismo formal y el proteccionismo eclesial del que han gozado hasta la fecha.

¡Enhorabuena! Aunque tarde -como siempre- el arrepentimiento de la jerarquía católica ante sus diferentes desmanes -hogueras incluidas- es muy de agradecer. Claro que, por lo que p arece, el mérito de este repentino acto de contricción no se debe tanto a su buena conciencia como a la enorme presión social que han provocado estos escándalos de pederastia en todo el Hemisferio Occidental.

Pues es que, además y por desgracia, este cambio de actitud tan sólo pretende acallar el clamor suscitado en la opinión pública, para poder proseguir con su trabajo proselitista, y soslayar, de paso, el hacer frente a otras controvertidas de su moral sexual.

En primer lugar, siguen evitando hablar de la posibilidad de acabar con el celibato sacerdotal que, -como resulta evidente- es una de las causas de esta y de otras perversiones sexuales eclesiales. Sabemos que el celibato sacerdotal no tiene una razón de ser moral, -el sexo con finalidad procreadora está admitido por la Iglesia- por lo que no sería amoral que los sacerdotes se casaran para tener hijos. No, la razón verdadera del celibato sacerdotal es pura y simplemente económica: un ejército de hombres y mujeres célibes entregados las veinticuatro horas del día a lograr el máximo de clientes e ingresos, y sin ningún cargo familiar niboca improductiva que mantener. De eso se trata. Amén, -nunca mejor dicho- de que así no existe posibilidad alguna de transmisión a ningún descendiente legal de patrimonio, ya sea propio o adquirido. Como dice el saber popular: "Todo es bueno para el convento".

En segundo lugar, siguen rehusando admitir los métodos anticonceptivos y el aborto. Para ellos, lo importante es que haya más niños, cuantos más mejor. No importa cómo ni en qué condiciones económicas o sociales. Tan sólo que haya muchos. Dicen que lo hacen por motivos morales. "Sí a la vida". De nuevo, nada que ver con razones morales sino puramente económicas: cuantos más niños, más bautizos, más comuniones, más confirmaciones, más subvenciones, más matrimonios, más entierros, poco importa que los fallecidos sean, en gran parte, hijos de la miseria o niños de las calles. En algunos países del Tercer Mundo esta política natalista es genocida. Pero para ellos sólo cuenta hacer caja. ¿Debemos entonces hablar de conducta moral o de afán por llenar el morral?

En tercer lugar, siguen empeñados en no reconocer como digna y respetable la condición homosexual, el matrimonio entre homosexuales y su derecho a la adopción. En contra de casi toda las legislaciones europeas, ellos se alinean con las posiciones más retrógradas, propias de otras épocas o de otras áreas geográficas sometidas al Islam. Pero lo más gracioso es que aleguen que los niños criados por homosexuales pueden acabar siéndoloe llos también. ¿No corren acaso mucho más riesgos los niños educados por sus sacerdotes célibres, sí, pero tan inclinados a la pedofilia y a la pederastia?

José Ángel Aguirre González, Oviedo

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