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Carlos Joaquín Ramos, voluntario de la caridad cristiana

6 de Julio del 2010 - Agustín Hevia Ballina

Las noticias del fallecimiento de Carlos nos han sorprendido a todos los que lo queríamos y teníamos en cordial estima, por lo inesperado, por lo repentino. Carlos Joaquín se nos ha muerto, me comunicaba el domingo un amigo común, antes de empezar la misa en mi parroquia de Santa María de Lugás, con lo que tuve ocasión de poder encomendarlo, en temprana instancia, al Señor, a través de la Madre querida, nuestra Santina de Lugás. Nunca más oportuna me vino la utilización del móvil, ese adminículo que irrumpe impensadamente en nuestras vidas, para ser portador de noticias tristes o alegres, tan molesto y tan útil a la vez.

Concluida la misa me fui rápidamente a buscar en el periódico su esquela, que aún no había tenido tiempo de leer: al lado de la mención «jubilado de IBM», otra mención que viene a constituir como el más honroso epitafio para la culminación de la vida de un creyente y de un cristiano: «Voluntario de Cáritas, del Banco de Alimentos de Asturias y del Archivo Diocesano». Tres realidades que constituían para nuestro amigo Carlos Joaquín, junto con el tiempo que dedicaba a los suyos más íntimos, a su esposa Aurita, a sus hijos, Carlos y Áurea, y a sus nietas, Ángela y Lucía, cuyas fotos nos mostraba en ocasiones con el orgullo que sienten los abuelos, sustrayéndole, bien a su pesar, tiempo para no faltar a su compromiso de «voluntario».

La palabra «voluntario» va cobrando cada vez más arraigo en nuestro mundo de hoy, para sustituir a aquel «voluntariado que abnegadamente se entregaba a obligaciones militares, sin ser llamado por obligación a su cumplimiento». La acción caritativa de la Iglesia, ejercida por esa institución que ha tomado nombre del concepto más radical y medularmente teológico que es el de Cáritas, que, de ser virtud teologal, junto con la fe y la esperanza, ha pasado a significar el ejercicio más acendrado del amor entre los creyentes y los cristianos. Los voluntarios de Cáritas constituyen como «operarios u obreros de la civilización del amor», ellos ponen como distintivo de sus vidas y de su generosa entrega el lenguaje del amor, el único que es capaz de cambiar los corazones y la sociedad. Carlos Joaquín era «voluntario de Cáritas».

Voluntario es, por consiguiente, todo aquel que, sin coacción alguna más que la del amor a los demás, se entrega a una causa de servicio a los otros, de altruismo auténtico, de solidaridad generosa y de fraternidad comprometida, de amor, en una palabra, que, entendido teológicamente, es la continuidad y la efusión del «amor de Cristo, que nos compele a hacer el bien» y de cuyo Corazón Sacratísimo desborda la genuina caridad, que no es otra cosa que el Amor del Padre derramado en nuestros corazones por la acción del Espíritu Santo, que nos ha sido dado.

Antetítulo: In memoriam

Subtítulo: Trabajó desinteresadamente para Cáritas, el Banco de Alimentos y el Archivo Diocesano

Destacado: A la sombra de la caridad y la beneficencia cristianas y, con el soporte de cientos de voluntarios como Carlos Joaquín, es como la caridad del Evangelio está llegando a los pobres que pasan necesidad

Nuestro amigo tan querido y tan apreciado Carlos Joaquín ejerció la condición de voluntario en una triple vía, que quiero realzar pormenorizadamente. Fue Carlos Joaquín, en primer lugar, según su esquela, «voluntario de Cáritas». Hablar de Cáritas en estos momentos de crisis económica y social es hablar de la institución oficial de la Iglesia para el ejercicio de la caridad y del amor al prójimo, sobrepasando el alcance de las famosas siete obras de misericordia corporales y de las otras siete espirituales, en las que el catecismo del padre Gaspar de Astete resumía la práctica y el ejercicio de la caridad cristiana. Sin embargo, la palabra y el concepto que sugiere Cáritas, así con mayúsculas bien remarcadas, hasta donde llegan mis noticias, no ha sido declarada con carta de nacencia en el Diccionario de la Real Academia y bien merecería una apelación pública y solemne a don Víctor García de la Concha, su presidente, para que ese término, con carta de naturaleza tan bien acreditada, tanto en el uso del pueblo como en el reconocimiento institucional de la Iglesia y de la comunidad cristiana creyente, pase a formar parte de una definición bien aquilatada en el Diccionario.

Con reconocimiento del término o sin él, lo cierto es que nuestro Carlos Joaquín fue voluntario de Cáritas con la mayor dedicación, como pueden atestiguar esa legión de voluntarios, sin cuya entrega y trabajo eficaz no sería posible llevar a realizaciones concretas la inmensa obra de servicio, que ejerce Cáritas en medio de la sociedad. Sin alharacas, sin exhibicionismos, sin otra inspiración motriz que la caridad y el amor al prójimo, de una manera humilde, silenciosa y callada, ejercen sus labores altruistas y caritativas los voluntarios de tantas Cáritas, que, formando como una retícula, hacen presentes en medio del mundo la efusión del amor de Dios hacia los hermanos.

Fue también Carlos Joaquín «voluntario del Banco de Alimentos de Asturias». Como muy bien han dejado patentes en su congreso de directivos de los bancos de alimentos de toda España, éste es el único banco cuyo objetivo primordial no es acaparar ganancias, sino repartir dividendos los más pingües, consistentes en «alimentos, que redundan en tantas mesas de pobres», que, de no ser a través de estos Bbncos no tendrían ni un bocado que llevarse a la boca. ¡Qué manera tan hermosa de canalizar los repartos de los excedentes que una sociedad, ahíta de comodidades y de bienestar, cuenta entre las sobras!

Roperos para los excedentes de vestuario a favor de los que a duras penas tienen para cubrirse, canalizando a través de Cáritas para que llegue a quienes tienen necesidad. Bancos de Alimentos, para dar cauce a las sobras, como cuando el Señor dice a sus discípulos: «Recoged los fragmentos de las sobras, para que no se echen a perder». A la sombra de la caridad y de la beneficencia cristianas y, con el soporte de cientos de voluntarios como Carlos Joaquín, es como la caridad del Evangelio está llegando a los pobres que pasan necesidad y que por este camino va a negárseles un lugar hasta para caerse muertos.

Carlos Joaquín se acercó al Archivo Histórico Diocesano para perfilar la memoria histórica y cristiana de sus ancestros. Es enorme el caudal de memoria acumulada que va a legar a sus hijos, a los suyos. Pero Carlos Joaquín supo ser sensible a un especial voluntariado del Archivo Histórico Diocesano, ayudando a la Archidiócesis a mantener abierto a la consulta de los investigadores el Archivo Histórico Diocesano y el Catedralicio. Pero este servicio desinteresado y altruista se ha venido a transformar en ejercicio de caridad cristiana.

Cada día se reciben más de la cincuentena de peticiones de búsqueda de datos genealógicos, por parte principalmente de cubanos, con vistas a acogerse a la ley de Memoria Histórica, que permite obtener la nacionalidad española a nietos de españoles que en su día emigraron a Cuba. Si prueban el derecho a su doble nacionalidad, según la ley referida, en su momento la Embajada de España les asigna una pensión que, aunque bien exigua para los niveles nuestros, es de auténtica lotería para quienes –pensemos en profesionales cualificados, como médicos o profesores– no tienen más sueldo que sus 850 pesos cubanos, equivalentes a 30 dólares o 25 euros. Por eso Carlos Joaquín entendió que su voluntariado en el Archivo Diocesano era una forma de vivir y de ejercer, al igual que sus compañeros voluntarios, la caridad cristiana, de modo similar a sus otros voluntariados.

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