¿Calle ovetense del asesino Indalecio Prieto?
No escribo al rebufo de las recientes propuestas del Ayuntamiento de Madrid. Me reitero de nuevo (léase mi artículo en este periódico del 10 de marzo de 2018), y como carbayón exijo que se quite la calle al asesino Indalecio Prieto, inductor y culpable en 1934 del intento de golpe de Estado contra el legítimo Gobierno de la República Española (en compañía de Esquerra Republicana de Cataluña, qué casualidad); culpable de la muerte de más de 2.000 asturianos, de la destrucción de la ciudad de Oviedo, incluida la Catedral y la Cámara Santa; también destructor de la Universidad, pirómano de miles de libros de su biblioteca, así como receptor en México de grandes cantidades de oro y obras de arte enviadas desde España y pertenecientes al erario del Estado.
En la propia capital hispana el mismo Indalecio Prieto hizo una declaración de arrepentimiento, sobradamente conocida por todos: “Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario (se refiere al de octubre de 1934). Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria”.
Esta declaración, reitero, está sobradamente documentada por la Historia, y de la cual hace omisión el cónclave de los historiadores contemporáneos de extrema izquierda, que como siempre (sólo les falta David Ruiz para completar el corifeo) prefieren ignorarla de nuestro calendario por aquello del romanticismo y la revolución, a más de presumir de que Asturias sea la cuna del último capítulo revolucionario de la Europa contemporánea. Este acontecimiento, reitero, lejos de un motivo de orgullo, es una razón para la vergüenza y el arrepentimiento. No merece una calle un asesino.
Me cabe el honor de que mi propio padre, José Martín Sánchez, luchó en 1934 contra los golpistas, en pro del Gobierno de España y en defensa de la ciudad de Oviedo, que no siendo la suya de nacencia, lo fue de corazón y vivencia hasta su fallecimiento. Octubre de 1934 es un trágico acontecimiento en la historia de España, que el Ayuntamiento presidido por el socialista Wenceslao López resucitó en 2015 (por aquello de flirtear con sus socios de Podemos), para oprobio de nuestras fiestas mateínas inventándose la “Ruta de la Revolución del 34”, y cuya puesta en escena no reconocía la tragedia inducida por el asesino Indalecio Prieto.
Así pues, me reafirmo en exigir al Ayuntamiento de Oviedo la retirada de honores a dicho personaje. Otros de infinita altura, como el carbayón recientemente fallecido Carlos Bascarán, sí acreditan méritos humanos gigantescos para darle su nombre a una calle ovetense, que, sin duda alguna, todos, esta vez sí, celebraríamos con orgullo.
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