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Algo huele mal en Tapia

12 de Julio del 2010 - Fernando Simón Rodríguez (Oviedo)

Desde hace semanas vengo observando ciertas noticias publicadas en el diario LA NUEVA ESPAÑA que, la verdad, me provocan mucho rechazo. Se trata de la compra de acciones de los derechos de explotación de la mina de oro de Salave (Tapia). Pero lo que resulta más preocupante es que la empresa que ha adquirido dichas acciones es una multinacional que se hace llamar Dagilev Capital Corp.

Las cifras que se barajan son verdaderamente desorbitadas y, claro está, peligrosísimas para quienes piensan que el «No a la mina» está consolidado. Todo esto da mucho que pensar, pues nadie dilapida su dinero si no es con la idea de recuperar con crecer la inversión afectada.

Según la información que he podido recabar, la anterior propietaria ha cosechado fallos judiciales resolutorios en su contra, pero continúan activos otros procesos en tribunales de justicia foráneos cuyas resoluciones podrían anular las promulgadas por la justicia de nuestro país. Ante este inminente riesgo, rogaría a la clase política que nos representa que tomara las medidas preventivas oportunas y se mantuviera alerta ante posibles actuaciones por parte de la empresa que pudieran estar a la vuelta de la esquina. Considero que algo esta tramándose de forma oscurantista y es necesario que la clase política se involucre lo más activamente posible utilizando los servicios jurídicos más cualificados para este menester.

Sería penoso que, por no tomar las medidas oportunas, hubiera que lamentar posteriormente una actuación irreparable, pues sabido es que la explotación minera de oro es una de las más insalubres y contaminantes. Y no es porque lo diga yo, sino que lo corrobora un extenso dossier que he ido recopilando y que gustoso cederé a las autoridades tapiegas, para que puedan hacer uso del mismo. Creo que después de ojearlo se concienciaran de que lo aquí expongo no es ninguna tontería. Por no extenderme demasiado, diré que los residuos que produce la mina son entre otros: libación con cianuro (cancerígeno), arsénico, mercurio, cromo, etcétera, etcétera... todos ellos altamente insalubres. Claro es que mientras esté en activo la prospección no son detectables, pero sí después de cierto tiempo, dado que los residuos citados se entremezclan con las corrientes subterráneas afectando a la tierra, los sembrados, el pasto animal, la pesca y, en consecuencia, al ser humano; en una palabra, sería para Tapia, su entorno y el resto de los asturianos una verdadera catástrofe natural.

Quisiera hacer también referencia a una propuesta que la empresa propietaria adelantó en una crónica de LA NUEVA ESPAÑA en fecha reciente, en la que se hacía alusión a los beneficios que la mina aportaría para los oriundos de la zona en lo que a oportunidades de trabajo se refiere. Pues bien, la realidad es claramente otra, pues este tipo de empresas se nutren principalmente de su personal fijo y pernoctante, a la vez que fiel y callado vasallo que no airea los asuntos internos que no convengan a la empresa. Los puestos generados, por tanto, serían mínimos y, desde luego, los de menor calidad y mayor riesgo, mi opinión personal, y la de otra mucha gente a la que he sondeado es que, como siempre sucede en estos casos, se llevarían el oro y dejarían el moro, válgame la expresión, dejando tras de sí en Tapia un rosario de secuelas irreparables.

Creo, desde el cariño que le profeso a Tapia, que para nada necesita de dicha mina, pues tienen un enorme futuro en lo que a turismo se refiere, así como una gran riqueza, agrícola, pesquera, ganadera, industrias todas ellas sostenibles y que no ponen en peligro el tan nombrado «Paraíso natural» del que nos enorgullecemos todos los asturianos.

Considero, pues, que ante hechos de esta gravedad, la sociedad en general debe movilizarse, concienciarse y tomar en serio este asunto en defensa del medio ambiente y del bien más preciado que tiene el ser humano, que es la salud.

Termino no sin antes exigir al Gobierno regional la máxima transparencia en este asunto y un pronunciamiento por su parte que aclare cuál su posición, porque Tapia y Asturias no pueden ser traicionadas en aras de los intereses económicos de unos pocos que en nada van a repercutir en el bien general. Por todo ello, hemos de gritar al unísono «¿Mina? ¡No, gracias!», «¡Tapia no se toca!», váyanse a otro lado y déjennos en paz.

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