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¿Por qué ahora?

11 de Octubre del 2020 - Agustín Falcón Bascarán

Suenan de nuevo las voces reivindicativas de la República, ciertos comportamientos del Monarca Emérito adecuadamente presentados a la opinión pública por sus partidarios, ahora incluso desde el poder que otorga la presencia en el Gobierno incluido un Ministerio de Consumo, han encendido la mecha del cambio de régimen con los argumentos ya conocidos.

Cierto que la Monarquía como Estado y sistema de gobierno presenta de inicio un déficit democrático, un pecado original al que se aferran sus críticos como argumento básico, la continuidad por razones de nacimiento en la ocupación del más alto cargo del Estado.

Honesto sería que los partidarios y defensores de aquella reconociesen esa realidad, tanto como en los partidarios del cambio aceptar lo evidente, República y Monarquía son conceptos generales que encierran en la práctica realidades diversas, contradictorias, repartidas aleatoriamente a lo largo del tiempo, vecinos como Japón y China, Portugal y España... son ejemplos de la diversidad.

Se plantea la cuestión sobre la conveniencia del cambio de modelo de Estado con la sustitución de la Monarquía actual por una República, previa consulta al pueblo soberano. Como argumentos principales, lo anacrónico de la institución monárquica, su elevado coste y la reciente incorporación de lo que ha venido en llamarse "lío de faldas", en estos tiempos de adaptación del lenguaje a nuevas formas "lío de faldas/pantalones".

SUMARIO: Sobre la conveniencia del cambio de modelo de Estado en estos momentos

DESTACADO: ¿Cuál es la razón para esta urgencia de cambio: la nostalgia de algunos, la firme convicción de otros de que la República traería la solución a los problemas que nos rodean o las ganas de enredar de una minoría?

Sobre el argumento primero caben dos opciones: admitir que los modelos de Estado Monarquía de países como Suecia, Noruega Dinamarca, Bélgica y un largo etcétera donde el voto se ejerce con limpieza y frecuencia, no cuestionados por la gran mayoría de la población, son anacrónicos. En sentido contrario, modelos de Estado República como la denominada Popular del Congo, Albania o Venezuela, donde ese derecho se ejerce con cierta dificultad, no lo son.

Honesto sería para los partidarios del sistema republicano y promotores del cambio explicar a la ciudadanía en qué le afecta, cuál es la trascendencia y el alcance de un cambio de régimen que podría haber hecho el nacido monarca coronado en estos cuarenta años de actividad que repercuta en nuestras vidas, que coarte la capacidad del Parlamento, donde reside la soberanía popular. Qué influencia y poder tiene el Monarca, sin derecho a voto, actual soberano por circunstancia de nacimiento, qué puede hacer, cómo puede influir en la política que pretenda desarrollar el Gobierno de turno, hasta qué punto los numerosos problemas que acosan al ciudadano son imputables al modelo de Estado o al propio Monarca.

No vivimos aislados, es oportuno referirse a los numerosos ejemplos de una y otra alternativa que funcionan actualmente con una larga tradición a sus espaldas. Cuando se manifiesta predilección por una u otra se debe concretar a cuál de las distintas variantes se refiere. Aún están en nuestra memoria aquellas repúblicas socialistas soviéticas que conformaban la URSS. En un sistema democrático el Monarca, como en su caso el presidente de la República, tiene los poderes que le otorga la Constitución, el coste de la institución es el que determina el Parlamento de miembros elegidos por los ciudadanos.

¿Cuál es la razón para esta urgencia de cambio: la nostalgia de algunos, la firme convicción de otros que creen honestamente que la venida de la República traería la solución a los problemas que nos rodean, o, para completar las opciones, las ganas de enredar de una minoría?

El cambio de Estado no se puede frivolizar, los promotores deben argumentar tomando como centro y base el interés del ciudadano, ¿no son las mismas urnas las de una y otra opción?

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