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Don Indalecio y su fiel historiador

7 de Octubre del 2020 - José Luis Hevia

D. Javier Rodríguez Muñoz, historiador, según dice, y patrono de la Fundación Indalecio Prieto, escribe en LA NUEVA ESPAÑA un panegírico de este discutido personaje de más de una página donde, en su defensa, destaca los innumerables méritos de Don Inda. Desde los proyectos que luego inspiraron a Franco hasta los bustos que le dedicaron los políticos de la derecha en la Transición o las alabanzas que se recogen en algunos libros, así como su pertenencia como ministro a varios gobiernos legítimos. Seguro que todo es cierto, aunque da la impresión de que olvida el patrono de la Fundación lo que David Ruiz dio en llamar “errores” de don Indalecio.

Dice el Sr. Rodríguez que el alcalde de Madrid ha hecho gala de la más profunda ignorancia de la historia y que la ignorancia o tergiversación de nuestro pasado histórico es cada vez más preocupante, lo que me ha dado que pensar: si se dice que Indalecio Prieto amenazó con una pistola a un diputado en el Congreso, si se dice que su guardia personal estuvo involucrada en sanguinarios episodios, si se dice que fue el organizador de la Revolución de 1934, si se dice que se apropió del tesoro enviado a México para socorro de los exiliados españoles y si, después de tantas acusaciones, el Sr. Rodríguez no pierde el tiempo en rebatirlas ni hace la más mínima alusión a tales episodios en un artículo sobre don Indalecio, ¿qué tenemos que pensar? ¿Qué el Sr. Rodríguez ignora esos hechos (cosa poco probable dado su lugar de nacimiento) o que no los ignora pero los elude deliberadamente? En un caso estaríamos ante una imperdonable ignorancia histórica y en el otro ante algo parecido a la tergiversación histórica que tanto le preocupa al historiador. ¿O son todo calumnias? No le voy a preguntar sobre el voto en contra del sufragio femenino porque esto fue consigna del Partido Socialista.

Por supuesto, yo no soy historiador –ya me hubiera gustado-, solo he leído cosas sobre Indalecio Prieto y me gustaría que el Sr. Rodríguez, historiador, me dijera si lo que he leído es verdadero o falso, porque de todo hay en estos tiempos de fake news. Sobre lo de la pistola creo que no hay dudas, casi debe de estar en el Libro de Sesiones; sobre lo de la Motorizada, creo que los autores aún debaten sobre su participación en el asesinato de Calvo Sotelo; sobre la Revolución de Octubre no hay dudas porque, además de la huida a París, tenemos la confesión de Prieto en 1942, y sobre la apropiación de los dineros enviados a México tenemos la amable cartita que los exiliados españoles en México dedicaron a su líder, donde le acusan de prostituir su función como presidente de la Junta de Auxilio, dilapidando el dinero en fiestas en la suntuosa villa de la avenida de Nuevo León en la que reside mientras los refugiados viven en la más paupérrima de las miserias.

De todas mis dudas sobre estas minucias voy a centrarme en la Revolución de Octubre del 34 porque creo que es la más grave y, si la confesión de Don Inda no es falsa, la ausencia absoluta de una referencia a este triste acontecimiento en el artículo del Sr. Rodríguez es imperdonable en quien se dice historiador.

Que el tema es importante no lo digo yo; haré referencia a algunas opiniones mucho más autorizadas. D. Salvador de Madariaga opinaba que “en la rebelión del treinta y cuatro la izquierda perdió toda la autoridad para condenar la rebelión del treinta y seis”. Sánchez Albornoz dice: “La Revolución de Octubre, lo he dicho y escrito muchas veces, acabó con la República”; Julián Marías piensa que “la República murió entonces. Fue la negación de la democracia”; Gregorio Marañón dejó dicho que “la sublevación de Asturias en Octubre de 1934 fue un intento en regla de ejecución del plan comunista de conquistar España”, y José Maldonado, presidente de la República en el exilio, confiesa que “la Revolución de Octubre fue un error; si en España había una democracia no era legítimo que se preparara una revolución”. Parece, desde luego, que el tema tuvo su importancia en la historia particular de don Indalecio y en la de toda España. Y, hablando de democracia, y del interés de Prieto en su restauración en España (según el Sr. Rodríguez afirma), creo recordar que la sublevación derivó de la entrada en el Gobierno de tres ministros del partido político de la derecha que había ganado las elecciones, lo que los socialistas no pudieron soportar.

SUMARIO: El olvido de determinados episodios protagonizados por Indalecio Prieto

DESTACADO: Podríamos decir que Oviedo dedicó una calle a quien destruyó la ciudad, la ciudad natal del galardonado, en dos ocasiones, en el 34 y en el 36

A título particular, como asturiano y como ovetense, no puedo dejar de citar algunos de los episodios ocurridos en nuestra propia tierra, que no solo he leído sino que he escuchado de mis mayores, lo que me resulta sumamente incómodo pues tales episodios ya han sido denunciados multitud de veces por muchos ciudadanos en los medios de comunicación. Pero parece que el Sr. Rodríguez no los conoce y me parece conveniente recordárselos. Por mis mayores y por muchos familiares, y amigos de mis mayores, sé que los revolucionarios del 34 asesinaron en Asturias a guardias civiles, sacerdotes y seminaristas, que destruyeron Oviedo, saqueando la ciudad, desde el Banco de España hasta los domicilios particulares y toda clase de negocios, que intentaron volar con dinamita la Catedral, aunque solo consiguieran arrasar la Cámara Santa, que incendiaron la Universidad con su biblioteca de 60.000 ejemplares, que quemaron igualmente el teatro Campoamor, la Audiencia, el Palacio Episcopal, el Instituto y multitud de edificios públicos y civiles, que asaltaron y saquearon las fábricas de armas de Oviedo y Trubia (se les incautaron más de 120.000 armas ). Casi podría decir que sufrí el calor de los incendios que aterrorizaban a mi madre al otro lado del patio, porque nací pasados cinco meses después de tan trágicos acontecimientos. ¿De verdad ignora el Sr. Rodríguez todo esto o es que le parece poco importante para la Historia? No quiero creer que el hecho de ser el patrono de la Fundación le obligue a resaltar únicamente los aspectos que puedan ser favorables para Prieto y a ignorar los que no lo sean.

Si es que el Sr. Rodríguez no tuviera un conocimiento suficiente de lo acaecido en Asturias en Octubre del 34, como no lo tienen muchos políticos en España, de todas las ideologías, le recomendaría que leyera las impresiones del primer periodista que llegó a nuestra atormentada tierra en Octubre del 34. Josep Pla escribía en "La Veu de Catalunya" el día 24 del mismo mes de octubre: “Asedio de los cuarteles de la Guardia Civil o de la Guardia de Asalto. Innumerables matanzas”; “en Oviedo, la población fue pura y simplemente saqueada”; “en estos momentos, el número de muertos constatados supera probablemente el millar”; “el viaje es una odisea, tres puentes de la carretera han sido volados”; “regreso a Oviedo aterrorizado por el aspecto que presenta la ciudad, casas reventadas, tejados derrumbados, montañas de material humeante”; “la gente, cuando se encuentra por las calles, se abraza llorando; casi todo el mundo se despidió de la vida durante los nueve días de dominio de las turbas”.

Se me olvidaba consultar también al Sr. Rodríguez si es cierto que Indalecio Prieto asistió personalmente al desembarco en la playa asturiana de Aguilar de un alijo de armas que había salido de la fábrica de armas de Toledo con destino oficial a un país africano y que acabó llegando a la costa asturiana después de variadas y sospechosas peripecias, armas que fueron utilizadas por los revolucionarios para iniciar la rebelión.

Pero es posible que nada de todo lo aquí relatado haya sucedido, porque en Oviedo, una Corporación municipal, casualmente socialista -sus buenas razones tendría-, decidió dedicar una calle al egregio señor del que estamos hablando, acuerdo que fue tomado en el mismo salón de plenos que en el año 36 había sido destruido por el incesante bombardeo que sufrió la población civil de Oviedo durante quince meses, siendo ministro, de un Gobierno legítimo, por supuesto, el Sr. Prieto, primero de Marina y Aire y después de Defensa, ministerios directamente ligados, obviamente, con la dirección de la guerra y responsables, por ello, del salvaje bombardeo de la ciudad. Podríamos decir, así, que Oviedo dedicó una calle a quien destruyó la ciudad, la ciudad natal del galardonado, en dos ocasiones, en el 34 y en el 36. Cosas veredes, amigo Sancho (que parece ser no dijo el ingenioso hidalgo); son las cosas de la memoria histórica y es posible que un día veamos a los holandeses erigiendo una estatua del duque de Alba en la plaza Mayor de Ámsterdam.

Y concluyo porque cuando termine de escribir tengo que tomarme la tensión y puedo llevarme un susto. Sí, sí, ya sé que debiera cuidarme más, gracias.

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