O vives o sobrevives, tú decides
El desánimo entra ahora en nuestras vidas cada día no solo por el covid, sino también a través de las noticias en el mundo, en el país, en tu ciudad o en tu barrio. El desánimo tiene un efecto paralizante. Ahora bien, ¿mejorarás tu situación si adoptas una actitud de impotencia y desesperación? ¡Por supuesto que no! Lo único que conseguirás con ello es perpetuar el círculo vicioso de la pobreza física y espiritual.
Un antiguo proverbio expresó esta idea: “El que está vigilando el viento no sembrará; y el que está mirando las nubes no segará”. (Eclesiastés 11:4.) Si un agricultor solo se centrase en las posibilidades negativas -el viento que podría llevarse la semilla o la lluvia que podría mojar la cosecha-, no haría nada. De manera similar, si solo te centras en los sentimientos negativos, puedes paralizar cualquier esfuerzo por mejorar la situación.
Yo mismo he sufrido esa experiencia recientemente. En tan solo dos años, pasé de maduro a mayor, de contribuir con ideas y experiencia a dejar la palabra a otros, de jugar al fútbol a no poder andar sin apoyarme en una pared cada 30 o 40 metros, del pasodoble al chotis y bien agarrao. Tenía que hacer algo, si me operaba de la columna podía volver a andar, o quedarme en silla de ruedas. Dejé de mirar el viento y las nubes.
Ahora ya ando, después de nadar y nadar para fortalecer la espalda, volví al pasodoble, y a seguir disfrutando de una maravillosa familia que me quiere, de un millón de amigos. Si están solos o en el hospital, ahora puedo animarles con más sinceridad al ofrecerles el mejor complemento de la medicina: aprecio y amor. Seguiré leyendo, escribiendo, dibujando, videoconferenciando, con la convicción de que aún tengo la fuerza para mover un corazón receptivo hacia lo más importante: el amor a Dios y al prójimo... con viento o con lluvia, porque no quiero quedar paralizado en la nada. Y si hubiese quedado en silla de ruedas, debería luchar del mismo modo.
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