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Sograndio y la crisis del ladrillo

5 de Julio del 2010 - José M. Gómez Tuñón (Oviedo)

El «boom del ladrillo» aportó dinero «a patadas» a los ayuntamientos hasta que bancos y cajas cerraron el grifo hipotecario. Por si fuese poco, a partir del 1 de enero próximo no podrán solicitar créditos para inversiones. Luego, o aparecen iniciativas o la «vaca municipal escosa», situación perjudicial para todos.

En este contexto, lo pequeño tiene oportunidad. Fijémonos en la insignificante gota de agua, humilde y desdeñable. De ella se sirvió Israel para hacer de su tierra un vergel y con ella se atormentaba en tiempos pasados. Trabájese sobre esta idea. Si las grandes promociones de pisos no son posibles, salvo con cuentagotas, la multiplicación de viviendas unifamiliares es recurso menor, pero sólido y gratificante. Asegura trabajo, bienestar, conservación de la naturaleza e impuestos.

En Asturias hay gente con deseo de acercarse a Oviedo y de Oviedo dispuesta a poseer su casita en los alrededores con prado para flores, reducida piscina y poco más de 1.500 m² de terreno culminarían sus pretensiones.

El concejo de Oviedo tiene excelentes enclaves, pero pocos con las ventajas de Sograndio: proximidad, silencio rural, paisaje y el lujo de una carretera general (N-634) para su servicio, arrinconada hoy por la autopista. Pueblo de hermosas laderas, la norte contempla el valle protegido por el Naranco; la sur, las montañas que deja tras de sí el río Nalón. En cualquiera de ellas es acertado vivir. Las divide el ábside de la iglesia románica, orgullo del arte arquitectónico asturiano, que evoca con modestia desde su promontorio novecientos años de historia de este lugar, abierto, no obstante, a todas las tendencias mesuradas. La mayoría de las zonas que integran la parroquia (unas doce, desde La Ventina hasta Villarmil, desde Villaruiz a Sograndio de Abajo) disponen de servicios esenciales.

Sograndio es cándida novia en espera de cortejo y no se explica que el Ayuntamiento exija 5.000 m² de terreno, como mínimo en gran parte del territorio (zonas hay que se eleva a 10.000 m²), para matrimoniar aquí. Urge, por tanto, desempolvar, activar aquella tentativa del año 2008 de modificar el Plan de Ordenación de esta zona, antes que un promotor la viole adueñándose de gran bolsa de terreno por cuatro cuartos e imponga su ley: aquí bloques de adosados, allí alturas de ocho plantas...

Téngase en cuenta que crisis y política han pulverizado en estos dos años todas las previsiones (díganlo las arcas del Ayuntamiento) y los 2.500 m² de los que se hablaba en el año 2008 para construir una vivienda son hoy excesivos y se debe jugar con los 1.500 m² aludidos al principio, aceptando, como es natural, ordenanza de ancho de viales, volumetría, altura y hasta material y color de fachadas. Incluso el pueblo, rural e histórico, aliviado de vacas, carros, madreñas, etcétera, aceptaría edificios moderados (¿tres plantas?) incrustados en parte de la ladera norte hasta la vuelta acogedora de Villarmil hacia el Oeste, como réplica y descongestión al barullo urbanístico de San Claudio.

Los planes de Ordenación del Territorio nacen con voluntad inamovible para una década poco más o menos. Sin embargo, se parchean y prorrogan. Ahora mismo, vemos que en la ladera sur del Cristo, en Oviedo, reservada para viviendas unifamiliares, se construirán edificios de seis plantas (LA NUEVA ESPAÑA, 11-06-2010).

¿Por qué será más fácil y provechoso recalificar cincuenta hectáreas de terreno a un solo dueño, es un ejemplo, que a cien? Ya que a colación viene, no me resisto a reproducir lo que un personaje nada dudoso, Gota Losada, ex presidente del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, preveía en 1976: «Con la cantidad de planeamientos, clases de planes y la creación de los estudios de detalle, tenía miedo, decía, de que al estar encargadas todas esas funciones a los ayuntamientos pueda ser origen de problemas». Insistía: «La diferenciación de suelos (aquí ocho alturas, allí zona verde) creará muchos problemas». Y los estamos viviendo; no son ajenos a ellos los vecinos de Sograndio. Incluso alude a la corrupción (LA NUEVA ESPAÑA, 05-05-2010). Evítese toda sospecha y sin pausa gestiónese política y técnicamente lo que en justicia se pide: suelo favorable a disposición del ciudadano.

Por último, en este proceso interviene el Principado. Desconocemos su cuota de participación, pero es al Ayuntamiento a quien compete, en primer lugar, recoger los anhelos de los residentes y poner en marcha sin dilación el motor de las resoluciones. Sograndio y sus vecinos no pueden ser mesa y pelotas de ping-pong yendo con este asunto de «Poncio a Pilatos», valga la broma, porque el motor lo ha de revolucionar el Ayuntamiento. Métase el diente a la crisis con decisión valiéndose del ejemplo de la gota de agua y póngase empeño en atender el clamor de la gente de Sograndio, para construir en sus fincas o enajenarlas a quienes desean avecindarse aquí en parcelas manejables.

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