La Nueva España » Cartas de los lectores » Tribuna » Felicidad en tiempos difíciles

Felicidad en tiempos difíciles

1 de Noviembre del 2020 - José Antonio Flórez Lozano

“La soledad puede enfermar, sobre todo cuando está en la mente y no se cuenta con suficiente imaginación”. Plutarco

Tiempos difíciles

Sumario: El amor visto como un poderoso medicamento que ha permitido la supervivencia humana

Destacado: Todo lo que estamos viviendo y hemos sufrido es un desafío y una oportunidad muy grande para volver a crear, aprender y apreciar lo que de verdad es importante en la vida

La situación producida por la pandemia viral del covid-19 en nuestro planeta es como una inmensa bomba atómica que pone a nuestro cerebro y a nuestra mente en situación de alarma prolongada, generando una intensa fuente de ansiedad/angustia, incompatible con la salud. El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud declaró el brote de covid-19 de pandemia internacional. Hasta el viernes 30 de octubre, en España, ha habido un total 1.185.678 personas contagiadas y un total 35.878 personas fallecidas. Un violento estrés postraumático, en consonancia con todos los cambios inherentes a nuestros estilos de vida, a nuestras creencias y a nuestros pensamientos. Esta pandemia del coronavirus nos ha hecho ver que no lo teníamos todo tan controlado como pensábamos; tal vez, nos ha puesto los pies en la tierra y nos haya hecho más humanos. Pensábamos que teníamos todo absolutamente bajo control, y el tsunami del covid-19 ha demostrado que esa creencia era sencillamente una ilusión y que ha sido arrasada con la explosión del covid-19; un fiasco vital, una Troya en permanente desamparo y un vacío al final de la larga noche. Estamos en una época en la que vamos a tener que aprender a vivir con la incertidumbre (económica, social, laboral, sanitaria, cultural). Miedo y desconcierto generalizado se extienden sin parar, al tiempo que continúa la saturación informativa indiscriminada. Un envenenamiento intelectual (sin un antídoto eficaz) que está siendo letal para la salud de los sanitarios, de los pacientes y de los familiares. Estamos emborrachados de información, de contagios, de hospitales, de enfermos, de mascarillas, de PCR, de vacunas, de ensayos, de datos epidemiológicos, de muertos, de intoxicación o “infodemia”. Informaciones descontroladas que desatan los circuitos de alarma en el cerebro y que nos impide alcanzar el equilibrio y el bienestar. Todos hemos perdido hábitos, costumbres, estilos de vida, formas de comunicación, etcétera, por eso ahora añoramos tanto las cosas que se consideraban tediosas (estar con amigos tomando una cerveza, ir al cine, tomar el café, escuchar conversaciones banales, aquellos banquetes, los centros sociales, los bailes, estar en una fiesta hasta altas horas de la noche, el bullicio del servicio, los ruidos, la música, etcétera). La sociedad planifica, tratamos de retomar el vuelo y, de repente, nuevos contagios nos estrellan contra el suelo. Tenemos las alas recortadas y los proyectos se diluyen simplemente en deseos que se amontonan y se aplazan uno tras otro. También los modelos sociales y morales se desmoronan: la falta de seguridad, de serenidad, la falta de prudencia, la embriaguez de poder de las autoridades sanitarias, la dilución de la empatía, el déficit de educación, la corrupción asfixiante, la calumnia y la mentira, el engaño, el abuso de la autoridad, la subversión de los valores y el egoísmo personal por doquier. De ahí pueden surgir la pasividad, la tristeza y la desolación. Y el pánico se extiende como la pólvora. Todo ello es a la vez un desafío y una oportunidad muy grande para volver a crear, a aprender y apreciar lo que de verdad es importante en la vida: la familia, los amigos, la comunicación, la afectividad y el amor. Una situación en la que ha desaparecido el calor humano en nuestras interacciones sociales, convertidas ahora en gélidas conversaciones, en puras conexiones digitales. Un destino desconocido, imprevisible, siniestro y perverso que ha cambiado súbitamente nuestras normas de comportamiento. Es el eclipse del placer y de la felicidad. ¿Dónde está el placer por reunirnos con las amistades? ¿El placer por comer y compartir alimentos saludables? ¿Y las reuniones familiares multitudinarias? ¿El placer por respirar aire puro e inspirar los perfumes que secretan los árboles? ¿Y el placer por reír y disfrutar? Da la impresión de que el sistema de recompensa de nuestro cerebro (núcleo accumbens) ha sido extirpado. Y todo ello aumentado por el tsunami económico y social que se avecina: calles vacías, negocios cerrados, colas en los supermercados, silencios angustiosos, crisis global, calvario por doquier, recesión económica, millones de familias arruinadas, pérdida de empleo y regulaciones temporales.

Creando la felicidad

Atrás quedan los abrazos, los besos, las caricias llenas de ternura, los saludos con la mano, las miradas cómplices llenas de vida y el entusiasmo. Un inmenso caldo de cultivo que dispara la ansiedad hasta límites insospechados y que irá aumentando, especialmente en espacios reducidos y en personas neuróticas, con bajo autocontrol emocional. En esos momentos el organismo, gracias a la macroliberación de adrenalina, pasa a un estado de “alerta roja”. El estado de “alerta roja” e hipervigilancia implica en el profesional sanitario bloqueos, torpeza o dificultad para actuar, impulsividad, inquietud motora, dificultad para estarse quieto y en reposo. Además, hay cambios en la expresividad y el lenguaje corporal (posturas cerradas, rigidez muscular, movimientos torpes de manos y brazos, tensión en las mandíbulas (dolor temporomandibular), cambios de voz, expresión facial de asombro, duda y crispación. Para muchos individuos, esta situación catastrófica implica un estrés insoportable; un estado indeseable de preocupación, angustia, temor, irritabilidad, tristeza y dificultad para manejar adecuadamente las situaciones de confinamiento que causan frustración insoportable. En fin, la pandemia se infiltra también en nuestra mente y activa un “shock” emocional asociado al miedo sideral del covid-19; un esfuerzo hercúleo de adaptación que puede generar fobias, reacciones de conversión, estados mentales disociativos, obsesivos y compulsivos. Una inmensa riada de infelicidad. ¡Teníamos tantas preocupaciones absurdas! Escuchamos con frecuencia: ¡Éramos tan felices y no éramos conscientes! ¡Nos ahogábamos en banalidades, en un vaso de agua! ¡Eras feliz y, sin embargo, no lo sabías y no lo disfrutabas!

Pero en situaciones difíciles como esta, ¿se puede ser feliz? Hay una respuesta contundente y es que sí. La “felicidad” es un poderoso medicamento que ha permitido la supervivencia humana. Incluso en las situaciones más trágicas y dantescas surge la felicidad. Un sistema inmunitario intacto y estable, vinculado a los estados de felicidad, puede funcionar adecuadamente movilizando linfocitos citotóxicos para destruir células atípicas y anormales, especialmente peligrosas para el cáncer. Todo lo que estamos viviendo y hemos sufrido es un desafío y una oportunidad muy grande para volver a crear, aprender y apreciar lo que de verdad es importante en la vida: la familia, los amigos, la comunicación, la afectividad y el amor. A este respecto, Sófocles (495-406 a. C.), manifestó: “Una sola palabra nos libera de todo el peso y el dolor de la vida, y esa palabra es amor”. El afecto, el amor y la comunicación constituyen los ingredientes esenciales de la felicidad y de la longevidad. ¡Es tan poco lo que se necesita para ser feliz y tan difícil de conseguir! Urge recuperar lo más genuino del ser humano, el lenguaje, las emociones, su capacidad social y su sensibilidad empática, por supuesto, si queremos seguir siendo personas y huir de espacios lúgubres que ha creado esta oleada del covid-19. Hay que potenciar la confianza en uno mismo y la esperanza, ya que, como dijo el gran poeta André Malraux, “el fin de la esperanza es el inicio de la muerte”. Es el momento, más que nunca, de vivir cada instante plenamente, una estrategia eficaz para tratar de contrarrestar la ansiedad. Seguramente, después de esta pandemia, resurgirá lo mejor del ser humano, los valores que no debieron perderse o minusvalorarse: la amistad, la familia, el amor, la comunicación, la verdad, la sinceridad, la prudencia, la sencillez, la paciencia, la contemplación y la humildad. Antes el reloj nos gobernaba como un tirano, cada vez corríamos más y, sin embargo, teníamos poco tiempo. Ahora, más que controlar el tiempo, deberíamos aprender a disfrutar de él. ¡Saber disfrutar es saber vivir! Es el momento de practicar y encontrar la generosidad con nuestros seres queridos, amigos y vecinos que tanto necesitan; es el momento de vencer el egoísmo. Cuidando a los demás es como se da el máximo sentido a cada segundo de nuestra existencia. Es, sin duda, el mejor manantial de la felicidad. Practiquemos el arte de saborear la vida, de apreciar cada pequeño detalle, buscando la magia y la felicidad de las cosas sencillas. Así, encendemos el fuego de la esperanza y, por supuesto, de la felicidad. Y, querido lector, recuerda ahora, más que nunca, el principio de Buda: “Si cuidas de ti mismo, cuidas de los demás”.

Cartas

Número de cartas: 45567

Número de cartas en Julio: 28

Tribunas

Número de tribunas: 2069

Número de tribunas en Julio: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador