El diluvio
Acaba de inundar Asturias, desbordando ríos que todo se lo llevaron por delante. Inundaciones por doquier, y ruina total en pueblos, casas y sembrados. Además de la cabrona crisis, ahora esto. Una catástrofe. El cambio climático nos está haciendo la puñeta, y toda la culpa es nuestra, del hombre, del depredador humano, que terminará un día como empezó: con una piel de tapa rabos y pegando alaridos garrote en mano. Es a lo que estamos abocados sino recogemos velas y evitamos el seguir cargándonos a la madre naturaleza, cuyo medio ambiente, tan contaminado, es ya una verdadera boñiga.
Al igual que la política, el cambio climático está también patas arriba. Se nos fue la lujuriante y coquetona primavera entre lluvias y fríos, con un tiempo casi invernal. ¿ cómo será ahora éste recién estrenado verano? Vaya uno a saber. Los “los tiempólogos,” que a veces no dan una en el clavo, dicen que será con mucho calor. De bermudas y barbacoa, vamos. Y caluroso va a ser también el verano político, de un calor insoportable, que preconizará un otoño catastrófico sobre todo para el currante. Sí, porque el calor –la política- subirá el barómetro ese de los impuestos, los precios, la vida en general. Nada, otro diluvio, que terminará por ahogar al infelice contribuyente, llevándole también a la ruina.
Los privilegiados, en cambio, los que tienen su arca de Noé para librarse de ese otro diluvio llamado crisis económica, estos -como el rey, por ejemplo, con su yate y su palacio en Mallorca- sí tienen un fabuloso y feliz verano, en lejanas playas tropicales y en lujosos hoteles y residencias. Es la vida, amigos, con sus dos caras, tan injusta una de ellas. La de siempre.
Y al otoño seguirá el invierno, el cual, políticamente, sí que va a ser crudo y catastrófico. ¿Plan renove “ en el Gobierno? ¿Elecciones anticipadas? Bien sea uno u otro, el “desahuciado” currante ya no tendrá más ojales que apretar en su gastado cinturón. Deberá, pues, recurrir a unos tirantes si no quiere perder también hasta los pantalones.
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