Espíritu joven
Las ganas de vivir y el desgaste físico caminan juntos pero no de la mano; normalmente, el cuerpo acusa más el paso del tiempo que el espíritu, pues este no depende del tiempo, que permite conservar la cordura en los límites de la realidad, sino del ánimo, que permite soñar con la eterna juventud; de todas formas, es muy probable que no fichemos aquí mucho más allá de los 110, así que el ADN decidirá mucho nuestro aspecto cuando nos almacenen, o poco cuando nos esparzan al viento por cariño eterno a papá o por aligerar rápido al viejo. Bastante duramos para como nos comportamos, dice en el bar don Juan, cocinero aspirante a filósofo cuando toma cinco y ya le sobran tres, que opina, muy influenciado en su reflexión por añejas corrientes riojanas antes de comenzar a cocinar, entre mesas, lo que interesa más al comensal, y entre fogones, que la credibilidad de este es escasa al estar condicionada por un ego disparado que lo convierte en un marqués con delirios de sommelier a la mesa y en un tigre de Bengala, con más de bengala que de tigre en la cama. Pero, en fin, razona el marqués de Cáceres, habla don Juan de Villazorretes.
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