La vida es riesgo
"Que toda la vida es riesgo / y los riesgos, riesgos son".
Corren tiempos extraños. Por la calle vagan seres misteriosos, indescifrables, con escasos indicios de humanidad. Hoy los transeúntes son ojos sin rostro, incapaces de interacción. Dicen los sanitarios que todas las protecciones son pocas; advierten los economistas de que el sendero de la nueva normalidad aboca a la ruina absoluta. Y digo yo, ¿es ética tal intromisión sin precedentes del Estado en la vida privada?
No y mil veces no. Sobrepasa el delirio que para transitar por la vía pública debamos ir ataviados con mascarillas, no se puede imponer el miedo. Resulta tan demencial como rebajar el límite de velocidad en las autopistas a 20 kilómetros por hora argumentando que todos los días muere gente en accidentes o como prohibir bañarse en el mar porque cada verano se ahogan dos turistas en Benidorm. Es "por tu bien". ¡Oiga, en mi bien mando yo! Por supuesto que tiene uno derecho a temer al virus, a no querer contagiarse, pero no a que yo también lo tema. Si usted vive atemorizado, quédese en casa o vístase de astronauta para ir a comprar el pan. A tal situación nos ha llevado una clase política ávida de control, de regulación, de jugar a ser héroes y un pueblo que ha vivido de espaldas a la muerte, a la concepción del individuo, a la libertad, y que aspira a vivir cien años aunque sea con rodilleras y sentaditos en el sofá.
Ruego a mis semejantes, a los que no salen con corbata (azul o roja, lo mismo da) en televisión, que despierten, que retiren la carta blanca legislativa que le han entregado a los políticos y que asuman que son los hombres los que han de gobernarse a sí mismos, sin intermediarios, alertas naranjas ni mascarillas obligatorias. Imploro a los que mandan que dejen de apretar. Hay problemas (los de la condición humana) a los que la política no puede ni debe dar solución. Quítennos los ruedines; queremos pedalear fuerte, rápido, tratando de alcanzar el horizonte y dejar de dar vueltas a un círculo que ustedes se encargan de achicar.
La vida es riesgo, órdago a la grande, cargar la suerte. Por lo que, si bien nos quieren, paren de echarnos capotes. Guárdenselos y déjennos, muleta en mano, frente al miura de la vida.
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