Soy un truhán, soy un señor
Tengo que descansar un poco de tanto tema político virus verso; ¿vosotros no?
He pintado un bigote cano y una sonrisa en mi mascarilla convirtiéndola en una máscara. Salgo a la calle a las ocho de la mañana y me cruzo con el trabajador cabizbajo que, al verme, se le rompen los pensamientos nefastos y los otros, hasta vuelve la mirada en derredor buscando una explicación que no encuentra entre todos los demás cabizbajos.
Los estudiantes que acuden al Instituto Félix de Azara, casi todos-todas de negro y vaquero, no me ven, van a su rollo sin rollo, es decir: que el día aún no se ha desplegado y menos para incluir ya a los mayores que no están en su rollo. Una madrecita joven que lleva a su joven retoño a la guardería sí me mira, pero tras una leve respuesta de los ojos que se achinan en gesto de sonrisa, frunce el ceño y vuelve la carita del retoño para que no se asuste. Tiene razón, esta imagen en un joven sería festiva pero en un mayor resulta inquietante -qué pretenderá este señor, seguramente es un truhán.
Ya he comprado el periódico, pero ahora debo ocultar con él mi máscara ante el pequeño ejército de abuelos-buelas que arrastran los carritos de sus nietos-nietas -es agotador esto de la igualdad elevada al cubo o a la cuba del ridículo, ¡y que haya un Ministerio para eso con la pobreza que se nos viene encima!- pues eso, que no quiero que los abuelos-buelas crean que me cachondeo como un truhán, cuando en realidad quiero mucho a los abuelos-buelas que quieren mucho a sus nietos-nietas.
Ahora se acerca mi vecino Miguel, se acerca más hasta que descubre lo que le parecía un imposible: "¿Te has tomado las pastillas para el riego?". Decididamente, el invento de la alegría enmascarada no me está rindiendo en positivo, pero... ¡un momento! Mi Virna Lisi viene de comprar el pan y... no sale de su asombro al reconocerme, "jaja ja, ¡qué guapo estás con esa mascarilla". Ahora sí, "y es que yo... amo la vida, amo el amor. Soy un truhán, soy un señor. Algo bohemio y soñado-o-or".
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