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Yo también soy Sara Carbonero

27 de Junio del 2010 - Francisco Javier Gómez Tuñón (Oviedo)

Con perdón y salvando las distancias. Hace dos años viendo la televisión en compañía de una persona querida, me dijo: «Mira, ésta es compañera mía y va a triunfar porque es inteligente y además es una “pibona” impresionante». Lo primero lo entendí, lo segundo excedía los límites de mi lenguaje... Aquella periodista era y sigue siendo Sara Carbonero, a quien tan sólo conozco, y no mucho, por sus apariciones televisivas. Recuerdo que pensando en voz alta en aquel instante comenté: «El triunfo circula siempre por una peligrosa autopista en la que a mayor velocidad se exige un peaje más caro, y el riesgo aumenta en la misma proporción».

Y miren por dónde, tan sólo dos años después de aquella conversación a la periodista se le exige ya aquel previsto peaje. Y no lo hace una afición desencantada, ni los lectores-espectadores descontentos con sus informaciones. No, lo hace el subalterno de la garita de la autopista que en este caso con su otra ocupación de presidente de la Asociación de la Prensa a la que supongo pertenecerá la señorita Carbonero. Parece ser que la disculpa, que no otra cosa, para que el tal presidente se rasgase las vestiduras es que la licenciada en Ciencias de la Información en el desarrollo de su trabajo ocupaba «su sitio», es decir, el lugar que la FIFA le había destinado, como a todos sus compañeros, detrás de la portería de la selección nacional de la que, circunstancialmente, es titular su novio.

Eso dio lugar a que el máximo responsable de la Asociación de la Prensa Madrileña soltase algunas perlas tales como «es una vergüenza», «rompe con los principios elementales del periodismo», para terminar, como penitenciario de este confesionario de papel, exhortando a la pecadora, perdón, a la periodista a «no dejarse empujar hacia las malas prácticas» e imponiéndole la penitencia de una «sanción disuasoria». Y, sin embargo, este ofendido paladín de las buenas prácticas no dice nada o al menos no se le escucha voz alguna en la defensa de una profesión cargada de intrusismo, zafiedad, grosería y de otras malas prácticas alejadas de la más elemental deontología.

Todo ello me llevó a reflexionar sobre cuánto de este «affaire» está influido por el hecho de que la profesional protagonista sea mujer y lo poco, relativamente, que hemos avanzado en este terreno. «Tenéis que andar por todos los caminos y llevar a todos los espíritus este modo de ser vuestro, pero de una manera callada, sin exhibiciones y sin discursos, porque esas cosas no son propias de mujeres». ¿Qué les parece?, pues es un extracto de una «circular nacional» escrita y publicada el 15-10-1938 y que cobra actualidad siempre que un «tonto útil», imbuido de inmaculada pureza profesional, lo exhiba en términos actuales, para gloriosa defensa del bien colectivo... y protección de la mujer.

Y seguía dándole vueltas sobre el porqué de todo esto, ya que para mí la casualidad es como las meigas... hasta que Maradona me puso en la pista de la realidad. Dijo al día siguiente de perder con Suiza: «Veníamos a este Mundial a luchar por el segundo puesto. La propaganda le había dado el primero España. Y ya ven...». La propaganda, de corte similar a la en otro tiempo conocida como agitprop, tras inventar un nombre «ad hoc» para la prevista gloriosa circunstancia, había llegado más allá de los límites nacionales para, si todo salía bien, dulcificar otros lacerantes pesares actuales. Pero a la primera de cambio, ¡zas!, España pierde y la propaganda, cual castillo de naipes, se pone a temblar. ¡Hay que preparar el «plan B»! ¡Urge encontrar culpable ante posible desastre! Podrían ser los actores encerrados en el rectángulo. Pero no, la propaganda lo desestima. «Es aún muy pronto y podrían culparnos de desestabilizar la formación. Además, los once del rectángulo y sus sustitutos significan un negocio de muchos millones que en alguna forma podría salir perjudicado. Y alguien saltaría a nuestra yugular». ¡Tenemos que encontrar entre los más próximos a la raya de cal una víctima a quien culpar! El cerco se iba estrechando y, por fin, ¡la víctima ideal! Una profesional de la información y además mujer (por cierto, es admirable en este caso el silencio del Ministerio de la Mujer). Y colorín colorado. Aquí termina la historia, con satisfacción de garrulos y pancistas (RAE), protagonizada por una siniestra propaganda, un tonto útil disfrazado de altavoz y una víctima que curiosamente es la única que está allí cumpliendo con su deber y profesión.

¿Una víctima dije? No, miles. Porque víctimas son también todos aquellos que sienten la manipulación en sus carnes. Por eso, yo también soy Sara Carbonero, con perdón y salvando las distancias.

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