Las razones por las que acabaremos nuevamente confinados
La segunda ola ya está aquí y está golpeando con fuerza en toda Europa. Muchos países ya están tomando medidas para restringir la movilidad y promover la distancia social entre sus ciudadanos; sin embargo, ninguno parece dispuesto, de momento, a decretar un confinamiento masivo como el vivido a principios de año, optando, en esta ocasión, por toques de queda nocturnos y algunas mínimas restricciones de movilidad.
Es fácil entender que obligar, una vez más, al cese de la actividad de miles de empresas y autónomos abocaría a la quiebra a muchos de ellos, las consecuencias económicas y sociales serían catastróficas; de la misma manera, es del todo evidente que, si no se toman medidas restrictivas más drásticas, van a ser muchos los fallecidos durante este invierno: la situación se muestra extremadamente complicada.
Analizando los hechos, me resulta imposible no pensar que las medidas que se están adoptando son parches para poder aplazar lo inevitable. Si para conseguir doblegar la famosa curva de la primera ola necesitamos más de dos meses de estricto confinamiento, con cierre total de la hostelería, de colegios, del comercio e, incluso, con la prohibición de salir de nuestros hogares, ¿qué hace pensar ahora que lo lograremos bajo unas medidas mucho más insignificantes? Se están batiendo récords de contagios, muchos hospitales ya han avisado de que corren riesgo de colapso, comienzan los brotes en las residencias de ancianos y se han estado cerrando colegios desde que empezó el curso lectivo. Sumando a todo esto la evidencia de que, durante los próximos meses, los más fríos del año, siempre aumenta la incidencia de las enfermedades de tipo respiratorio, no puedo hacer otra cosa que ponerme en lo peor.
Nunca había deseado tanto que los acontecimientos me quitasen la razón. Espero que mi parecer, tal vez en exceso pesimista, no haga perder la esperanza de los ciudadanos que aún conservan una visión positiva del futuro, ni la de los emprendedores de la hostelería, a quienes habría que tratar como supervivientes en medio de la hecatombe, ni a ninguna de las personas que estén luchando por una estabilidad laboral. Deseo, de corazón, que alguien me diga que estoy equivocado y que me dé argumentos que invaliden los míos, porque, de momento, yo no los encuentro.
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