Allí donde solíamos gritar
La música es un arte. La música tiene el poder de teletransportarnos a momentos de nuestras vidas que de otra manera sería complicado revivir. La música nos calma o empodera cuando así lo necesitamos. La música pone palabras a nuestros sentimientos, explicando lo inexplicable. Y, sobre todo, la música nos cura y nos lleva a ese universo infinito donde somos libres de ser y sentir.
Mis recuerdos más bonitos tienen banda sonora, y muchos de ellos están ubicados en salas de conciertos, donde he bailado, he llorado, he reído, he saltado... En resumen, he vivido. Por eso, no podemos permitir que las salas de música desaparezcan, debemos unirnos y apoyar a todos los que han hecho posible que nuestra vida sea un poco más bonita.
Detrás de cada sala, concierto, festival, grupo o hasta artista se encuentran personas y familias que necesitan pagar alquileres y comer. Ellos necesitan con urgencia un plan de rescate o medidas para no desaparecer.
Mientras, ellos siguen luchando por ser escuchados, y es que han organizado la campaña “El último concierto”. El 18 de noviembre, a las 20.00 horas, podremos unirnos a un concierto gratuito en “streaming”. Ahora nos necesitan ellos a nosotros, no les fallemos.
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