Despedida a Javier Reverte
Adiós a todo aquello, Javi Reverte
RIP JAVIER REVERTE Goodbye TO ALL THAT
Era bajito, sólido, hablaba poco, un toque de melancolía en su semblante, fuimos los dos corresponsales en Londres en la época deliciosa, nacimos el mismo año 1944 y nos sentamos en los mismos bancos comunes de la Facultad de Filosofía y Letras, él fue para Románicas y yo para Anglística.
Vivía en Putney, un barrio popular londinense donde vivía una panadera que fue amante de Felipe II; esto le hizo mucha gracia.
Jugábamos al tute en aquellas noches largas para conjugar el tedio del esplín británico.
Eran tiempos de descarrilamiento de viejos valores. La libra caía en los mercados, pero Inglaterra no acababa de caer como España lo está haciendo ahora.
Los buitres fascistas de Madrid nos llamaban de todo porque no dejábamos títere con cabeza en nuestras crónicas.
Jaime Capmany nos ponía en berlina por nuestra falta de respeto a los ingleses... muy british era aquel cabrón solo aparentemente, pero Javier y yo lo éramos mucho más.
Pertenecimos a la generación del 68.
Él publicó un librito entrañable, “Inglaterra cuesta abajo”, donde contaba cómo el país de Wilson y de los sindicatos de Scanlon y las confrontaciones sociales se iba al garete, se apagaba la luz a causa de la huelga y los ingleses hacían el amor a sus legítimas o a las irrespectivas según el caso y tomaban entretanto grandes infusiones de té.
Esto fue causa de un “baby boom”, no hay mal que por bien no venga.
Un día de 1972 se produjo una verdadera revolución en Londonderry, cerca de treinta muertos, y Javier y yo nos habíamos ido a Oxford con dos chavalas, no pudimos largar la crónica de los incidentes a Madrid. Eran muy graves, el premier Callaghan envía al Ejército a Belfast.
Nuestros redactores jefes estaban de uñas, y con razón, él era de “Pueblo” y yo mandaba para el “Arriba”. Recibimos el gran descalabro, el gran pisotón de nuestra carrera profesional. A él le echaron de la corresponsalía y mandaron a Raúl del Pozo, que se hacía pasar por comunista y dijo al llegar que Londres le parecía un campo de concentración.
Yo libré por tablas.
Se bifurcaron nuestros caminos, Javi se hizo socialista y yo no, pero le seguí leyendo. Una tarde de invierno nos juntamos en el burladero del Café Gijón y recordamos los viejos tiempos. Su carrera como escritor se hizo ascendente.
Fue el mejor autor de libros de viajes, un novelista trotamundos para confusión de sus detractores, esos hijos de puta como Capmany y Julio Merino que nos hicieron la vida imposible. En esta profesión llena de cabrones y de pirañas.
Javier triunfó. Goodbye to all that. Que la tierra te sea leve y el mundo de las sombras al que has bajado el día de Todos los Santos no sea el Leteo, sino un mundo poblado de letras y de buena literatura.
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