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En la jubilación de Cheles de la Vega

23 de Julio del 2010 - José Bienvenido Rodríguez García (Avilés)

Los dinosaurios se extinguieron hace millones de años, y sólo ahora empezamos a tener una ligera idea de lo importante que fue su presencia en la Tierra, en la evolución de todas las especies animales y vegetales.

Salvando las distancias (que son menores de lo que aparentan), una especie desarrollada a lo largo del siglo XX se está extinguiendo de modo lento pero inexorable. Y con ella no sólo se extingue una época, sino que se agotan los pocos recursos de nuestro presuntamente moderno sistema educativo. Con frecuencia se hace alusión a los dinosaurios en tono peyorativo, para evidenciar que algo se ha quedado obsoleto. Sin embargo, la acepción más acertada a la que estoy aludiendo tiene que ver con la transmisión de la sabiduría que nuestros mayores nos legan.

Con Ángeles de la Vega (Cheles, para sus amigos y compañeros) y otros dinosaurios de su generación se extingue la ilusión por el trabajo bien hecho, por la vocación de la enseñanza, por la ilusión de quien trata de enseñar aquello en lo que realmente cree o, si se prefiere, de quien cree realmente en lo que enseña.

Las jubilaciones de compañeros al finalizar un curso académico se viven en los institutos con una mezcla de dos sentimientos, aparentemente contrapuestos. Por un lado está el júbilo y la alegría de que alguien reciba un justo y merecido descanso tras largos años de dedicación a sentar los cimientos de toda una o varias generaciones de jóvenes estudiantes. Y por otra está la melancólica sensación de quien, sin duda, echará de menos en los pasillos, o en la sala de profesores, o en el laboratorio a un compañero.

Pero a esa dicotomía moral yo sumaría otra con matices más agrios aun. Se trata de la sensación que estos últimos años cala en mí al ver cómo se van jubilando los profesores que accedieron a este noble oficio de enseñar con la ilusión del trabajo bien hecho, no siempre bien pagado y, sobre todo, pocas veces agradecido. En fin, nada más lejos de mi intención que tan sólo quedarme en la adhesión a las alabanzas (cosa que sin duda comparto) habituales en estos momentos de la casi extinta y fructífera carrera de tantos profesionales de la enseñanza. Más bien quisiera recalcar la desagradable sensación de ver que en los institutos van desapareciendo los profesores que aceptaban con sumo gusto acompañar a los alumnos a un viaje de estudios, que se embarcaban en proyectos, programas, concursos, experimentos, etcétera, sin preguntar cuánto se les iba a pagar por prestar esos servicios. De profesores que pensaban antes en formar a ciudadanos decentes que en la nómina de fin de mes. De profesores que no dudaban en actuar a la hora de corregir un comportamiento indecente en un pasillo o patio. De profesores, en definitiva, cargados de valores positivos en un entorno en el que se nos exige precisamente eso: cargar de valores positivos a los futuros ciudadanos que marcarán el futuro de un país años después.

Por esto y muchas más cuestiones, desde este pequeño foro quiero levantar una copa y formular un brindis por todos los profesores que, como Ángeles de la Vega, Carlos Arana, Antonio Barthe, Herminia Andrés y un sinfín de insignes personajes, se jubilan en este curso, señalando que algunos de los que quedamos en este noble oficio siempre recordaremos con orgullo haber compartido pasillos, sala de profesores, claustros, etcétera con profesores como vosotros.

Gracias por vuestra aportación, de la que, sin duda, me siento obligado a ejercer de testigo para generaciones venideras.

José Bienvenido (profesor del I.E.S. Aramo), Avilés

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