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Una horticultura de ciencia ficción

5 de Noviembre del 2020 - Manuel Díaz Estrada (Forcinas (Pravia))

¿Se imagina, querido lector, que dentro de poco tiempo en las fruterías y en los supermercados le ofrezcan patatas cultivadas en las entrañas del pozo minero Candín; o unas excelentes lechugas acogolladas, criadas a 400 metros de profundidad, en el pozo Montsacro? Que no, que no le estoy tomando el pelo, admirado parroquiano, que esto es el futuro que viene; que ya está ahí a la vuelta de la esquina. Al menos eso es lo que piensa la empresa Hunosa, la impulsora de tan audaz y revolucionario proyecto para el futuro de sus minas abandonadas.

"En el país de los ciegos, el tuerto es el Rey" (Carlos Fuentes, México 1928). Que en una región como la asturiana, donde tenemos miles de hectáreas de magníficos terrenos de vegas convertidos en auténticos matorrales, a alguien se le ocurra pretender cultivar hortalizas a 400 metros de profundidad en las galerías de nuestras minas abandonadas demuestra que su demencia senil se les ha adelantado precozmente.

Desde muy niño, en mis primeras clases de ciencias naturales, se nos enseñó que las plantas para poder vivir necesitan de los rayos del sol, ya que gracias a ellos realizan lo que se llama fotosíntesiso función clorofílica. Para ello, la clorofila absorbe los rayos de luz rojos y azules, mientras que la mayoría de los verdes son rechazados. Con la acción de la clorofila, la radiación del sol permite a los vegetales disociar el CO2. Queda, pues, muy claro que los vegetales, usando la energía del sol, transforman el C02 y el H20 en un carbohidrato (azúcar) que utilizarán en la elaboración del tejido vegetal del que nos nutrimos los seres vivos.

Respecto al sustrato para alimentar a las plantas se nos habla de utilizar un sistema hidropónico, es decir, el sistema hidropónico consiste en facilitar a la planta un tipo de soporte para sus raíces, que puede ser con una simple gravilla, y mediante un sistema de riego por goteo ir aportándole todos los nutrientes químicos disueltos en el agua. Esto que podría parecer una gran novedad no lo es tanto, puesto que ya existen actualmente muchos invernaderos macroindustriales que utilizan estas técnicas.

En mi opinión, a los técnicos de Hunosa que han lanzado esta idea se les ve a la legua que no tienen ni repajolera idea de cómo se planta una berza. Pretender gastar miles de euros en hacer un experimento tan ilógico y contra natura como este demuestra el nulo nivel de conocimientos que estos señores tienen sobre cómo funciona la naturaleza. A no ser que pretendan ensayar el cultivo de marihuana en las profundidades de la tierra, ayudados de potentes focos de luz. Algo que muchos traficantes de este tipo de droga ya realizan en la actualidad con éxito en sus viviendas.

Finalizó, estimado lector, con el deseo de que nunca usted y yo lleguemos a poder comernos una tortilla con patatas producidas a 400 metros de profundidad en la galería de una mina. De lo contrario, y como decía el estribillo de aquella vieja canción infantil: "Vamos a contar mentiras, tralará, tralará. Por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas...".

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