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Concluida la restauración de la capilla de los Vigiles en la Catedral

16 de Noviembre del 2020 - Agustín Hevia Ballina

La restauración de la capilla de los Vigiles en la Catedral ha traído varias novedades, que fueron apareciendo de modo escalonado a medida que progresó la obra de la restauración, desde la exploración arqueológica previa hasta que se puso el ramo -es un decir de nuestras inauguraciones tradicionales-, y que han podido desvelar aspectos curiosos, algunos ya presentados en colaboraciones aparecidas en LA NUEVA ESPAÑA y otros todavía en espera de su elaboración.

En mis carpetas de papeles referidos a temas de la Catedral, se van acumulando borradores y apuntes, que se ofrecen tentadores para que se les dedique un artículo o comentario. Hoy quiero poner ante quienes sienten curiosidad por los temas de nuestra Catedral un tema muy en consonancia y en coincidencia con las circunstancias que estamos viviendo y que afectan a toda la humanidad. Me refiero a la pandemia del coronavirus, que tantas huellas de dolor viene sembrando por doquier.

Buena parte de esas curiosidades nos las ofrecen las inscripciones que fueron acompañando los avatares transmitidos con el llevarse adelante la fábrica de la capilla. La última en la cronología de la capilla se ha realizado en una lápida de uno de los parientes muy lejanos del fundador, el último que recibió sepultura en la capilla.

Esa inscripción la contemplé desmontada y arrimada al lado derecho del altar, sin cumplir ya las funciones inherentes a una lápida funeraria, que son conmemorar el hecho luctuoso del fallecimiento de una persona. Nos limitamos Carlos Posada y un servidor a fotografiarla oportunamente, con intención de que se le buscara un sitio más digno, que la sacara de su olvido, cuando se llevara a cabo la restauración de la capilla. Aparece ahora colocada en la sacristía de la capilla y ofrezco su texto, sin más comentario. Es como sigue:

D.E.P.

YNTEGRIDAD NACIONAL.

AQUÍ YACEN LOS RESTOS MORTALES

DEL COMTE. HERMENEGILDO DE RATO

Sumario: Un continuo fluir de novedades

Está maquetada por Pili, ojo

Y HEVIA.

2º JEFE DEL BON VOLUNTARIOS DE COVADONGA

FALLECIÓ EL 18 DE JULIO DE 1870.

A LOS 34 AÑOS DE EDAD

VICTIMA DE LA ENFERMEDAD ENDEMICA.

Me acordé de las circunstancias en que corría peligro la integridad de la patria con el movimiento separacionista, que afectaba a la perla del Caribe, la isla de Cuba, en la que tantos habrían de perder sus vidas luchando por defender la “integridad nacional”. En la madre patria y a la sombra del nombre de Covadonga se reclutó con voluntarios de toda Asturias un batallón de soldados dispuestos a entregar sus vidas. Aquel batallón, compuesto de soldados jóvenes en su mayoría, contó entre sus filas dos hermanos, hijos de una prócer familia gijonesa: los hermanos Olimpio de Rato y Hevia, el primero como abanderado del batallón y el segundo como comandante y segundo jefe del batallón, que pronto, después de desembarcar en el Morro, el muelle del puerto de La Habana, habrían de dar sus vidas por defender la integridad patria.

Los dos hermanos continuaban la estirpe de la familia que formaba José María de Rato Argüelles, cuya vida transcurrió en Gijón entre los años 1810 y 1875, fallecido en Madrid. Estuvo casado don José María con doña Rafaela Hevia Balbín, y de este matrimonio nacieron los hijos don Hermenegildo, don Olimpio y don José de Rato y Hevia, casado este último con doña María de las Nieves Tuisón y Patiño, quienes dieron continuidad a la ilustre familia gijonesa, uno de cuyos miembros también dio su vida en La Habana, don José María de Rato y Duquesne, en el año 1866.

Las peripecias que corrieron los hermanos Olimpio y Hermenegildo nos las narra don Juan Vigil Escalera en su patriótico libro titulado “La campaña de Cuba (1869 a 1875). Recuerdos de un soldado”, Madrid, imprenta de los Señores Rojas, 1876. Así se expresa el ilustre escritor gijonés: “Nuestra provincia, la de Asturias, al tener noticia de la insurrección que había estallado en Cuba, que ensangrentaba aquel hermoso territorio, quebrantando los muchos intereses que poseen allí sus hijos, se apresuró a formar un batallón, que engrosaron muchos asturianos, hasta de familias acomodadas y distinguidas, ávidos de pelear por la integridad de la patria. Confióse esta fuerza al mando del joven y entendido comandante D. Hermenegildo Rato y Hevia, muerto en la flor de sus años, lleno de nobles aspiraciones de distinguirse sobre el campo de batalla”.

De Asturias partieron para La Habana los ilustres soldados Rato y Hevia. De La Habana retornaron sus restos mortales a la capilla familiar de los Vigiles. La contingencia de su pronta muerte fue la misma que vivimos en la actualidad y que refleja la funeraria lápida de la capilla familiar. Allá en Cuba, las tropicales condiciones acabaron con sus vidas: allí culminaron sus vidas “víctimas de enfermedades endémicas” producidas por aquel clima “asesino y traidor”. “Enfermedad endémica” o “epidemia endémica” saltan a la vista de todos aquellos que en la capilla de los Vigiles de nuestra Catedral entren en la sacristía de la quizá más hermosa capilla de nuestro catedralicio templo. Es una de las curiosidades que iré desgranando en relación con ese hermoso recinto del templo catedralicio.

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