Educación e información a examen
No hay nada más rentable para la política dominante (dominadora si lo consentimos los votantes) que controlar la educación y la información. Como todo el mundo quiere dominar, no ha existido nunca un consenso para la Educación. Una vez conseguido que el discernimiento sea limitado cuando llegue la edad de votar, solo queda cuidar la información para que el populismo pueda llegar a favor de uno u otro signo. Se habría sacrificado así nuestra capacidad de discernimiento. En pocas palabras: nos hacen ignorantes para que seamos incapaces de hacer las preguntas adecuadas por nuestra cuenta.
La realidad está llena de contradicciones que se deben armonizar sin sobrepasar sus límites. Por una parte, los bloques sólidamente unidos nunca dan libertad, y, por otra, sea cual sea el nexo de unión de una inconsistente sociedad, esa inconsistencia también quita libertad si cada uno va a lo suyo sin preocuparse de los demás: ¿qué tipo de libertad habría al entrar en confrontación los unos contra los otros?
Los populismos del extremo blanco y los del extremo negro son como figuraciones de Escher: realidades imposibles que se hacen atractivas a los votantes por sus propuestas sorprendentes y mágicas: perspectivas increíbles y cintas de Moebius donde los populismos de izquierda y derecha se alternan sin solución de continuidad.
Con la ley Celaá, el Gobierno prevé establecer la no oficialidad (en según qué territorio) del denominado castellano: denominación trampa enterrada en la Constitución para hacerla germinar. Si el catalán se habla en Cataluña y el castellano se habla en Castilla, y ambas son lenguas españolas, ¿no tendría que haber otra lengua española global, común y oficial (la que siempre hubo de la RAE) que se denominase español en la Constitución? Vamos camino de la incomunicación y la polarización. Así que la comunicación irá por barrios, y los medios de comunicación serán fácilmente examinados según el barrio.
Estamos creando una sociedad vulnerable de seres clónicos que no serán educados ni informados de forma diversa e igual. Enfrentados a un futuro donde competirían con robots e inteligencias artificiales sin estar unidos, serían zarandeados por algoritmos de las tecnologías que pagarían bien a sus sicarios de la política. La educación y la información libres siempre han sido la garantía de una sociedad abierta, pero la quieren encerrar en un redil mientras se hace caja.
El futuro es: “una enterrada bomba de relojería, que hace tic-tac en el presente”, armada por medio de una educación interesada y una información examinada. Somos poco (casi nada) y seremos nada.
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