El ciclismo ahora es un bodrio inaguantable
Viendo estos días las etapas de la Vuelta a España, de manera especial las finalizadas en alto, nos damos cuenta de que los pinganillos y toda esa información instantánea que dejan sin margen de iniciativa propia a los artistas del pedal han acabado con el ciclismo espectáculo. Ahora son los directores los que gestionan cada movimiento de sus pupilos. Para reforzar mi reflexión vean el documental de ciclismo “El día menos pensado” y se darán cuenta de cómo funciona por dentro casi todo.
Cuando un ciclista va a pleno pulmón, sentados en un lujoso coche van los directores deportivos dirigiendo cada movimiento. Imaginen ir con ese esfuerzo y en la oreja un energúmeno gritándole: “Más y más, sube o baja piñón, espera, no ataques, ahora...”, como si el ciclista, después de escapado, no diera todo lo que lleva dentro. Ya nada retirará esos auriculares de las orejas, pues deben prohibir ese griterío y ánimo de zoquetes constantemente, dejan sordo y desesperan a cualquiera. Luego limitan las propias fuerzas de los ciclistas, sabemos que un buen día hay que aprovecharlo, pues no, lo sacrifican, paran para (según dicen) subir al líder que se quedó rezagado, aunque en la mayoría de casos nadie le hará escalar salvo con un helicóptero. Qué decir el ir frenándolos, diciéndoles en cada instante dónde deben atacar, siempre a falta de tres kilómetros. Yo limitaría las etapas a cinco kilómetros. Últimos, sobra el resto. Para no perder puestos o minutos, defienden el décimo puesto como si fuera el primero. Lo curioso es que alguno de esos directores fue ciclista antaño, aquellos Merckx, Poulidor, Van Impe, Bahamontes, Hinault, Coppi, Bartali, Anquetil, Gimondi, Tarangu... no hubieran sido lo mismo ahora ¡o sí! Tirarían el pinganillo a la cuneta.
Qué decir de la guerra interna que causan ellos mismos eligiendo dos o tres líderes (mediocres, ya que si hay uno que destaca de entre todos nadie le cuestionará) entre los que solo hay rencillas; llegan a desear el fracaso del otro para ellos coger las riendas, aunque sepan que jamás podrán igualar a esos ídolos que soñaron ser.
Ves a ciclistas escapados muy enfadados cuando se ven con fuerzas para seguir, pero una orden desde la poltrona del coche director, desde allí espatarrados con la tele delante, les manda parar para auxiliar o para planear estrategias que solo resultan un bodrio esperpéntico de cara al espectador.
Antes, la estrategia se hacía desde el hotel el día antes, luego en carrera todo se venía siempre al traste porque los demás equipos y ciclistas también tenían algo que decir. Ahora no, se va televisando cada pedalada, y con esa información instantánea el director descansado casi en pantuflas dispone cada paso que den cada uno de los ciclistas del pelotón. ¡Han acabado con el ciclismo! Da igual el puerto que les pongas, jamás en tiempos de antaño llegaban a falta de cinco kilómetros los pelotones tan enormes y a tan cortas diferencias de tiempo entre todos los que no mandan parar los directores a descansar al pelotón de los torpes, que no es así, son directrices para tenerlos descansados para etapas posteriores. Antes no, ¿imaginan a Eddy Merckx, Bernard Hinault, Fausto Coppi, Gimondi, Ocaña, Tarangu, Bahamontes... y todos esos grandes escaladores o rodadores siendo frenados o teledirigidos como peleles por estos apoltronados directores? Si fuera ahora, serían buenos igual, pero con menos protagonismo y atacando solo en los tres últimos kilómetros. Así es que estamos asistiendo esta temporada a ver tres o cuatro jóvenes entre 18 y 22 años que en su primera o segunda temporada llevan ganadas etapas de prestigio, los directores no los frenaron todavía.
Antes veías las etapas desde el inicio; ahora, con que veas los últimos tres kilómetros es suficiente. ¡Qué pena!
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