¿Lo podré comprender?
Confiar y cantar la belleza de este mundo no me parece irracional. Estoy de acuerdo. Pero en estos tiempos, ¿cómo entender esta naturaleza, también escenario de tanto mal?
Hoy, ante esta calamitosa pandemia y escenario de tan tremendo drama humano, el problema del mal y del sufrimiento, que tantos quebraderos de cabeza nos dan, hemos de afrontarlo como un misterio. Piensan algunos de mis hermanos creyentes que Dios limita su poder por propia iniciativa. Por otra parte, el sufrimiento humano dejó de ser entre nosotros visto como un castigo o anomalía inexplicable. Pero estas son maneras de pensar y nada más.
Al gran Karl Rahner le había preocupado mucho que el hombre de hoy tuviera más bien la impresión de que Dios debiera justificar ante el hombre el deplorable estado del mundo, de que propiamente el hombre era la víctima y no la causa de tanto mal y sufrimiento. Otro admirable teólogo también decía: “Dios es débil en el mundo, y así está con nosotros y nos ayuda”. Pero no me conviene ahora perderme entre elucubraciones teóricas. El mal es un misterio. Bien estamos viendo que los miedos del reino animal están en nosotros multiplicados.
Pero hoy, cuando estoy escribiendo estas cosas o pienso en las víctimas de la pandemia, creo que es Dios ante todo el que también piensa en mi pensamiento, quien desea en mi deseo, quien ama en mi amor. ¿Por qué razón misteriosa hemos cambiado la fraternidad de nombre, llamándola solidaridad? Mientras espero y deseo el acierto de la Ciencia, de la Sanidad y de nuestros políticos, por mi parte, intentando mantener la conducta más acorde, estoy convencido que ante el sufrimiento de tantos seres huelga ahora mi palabra, pues no de preguntar, sino tan solo asumir la pregunta del sufrimiento de tantos que padecen la pandemia o sus consecuencias.
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