Competición diabólica
En un ejercicio de irónica jodienda, la ociosa Fiscalía de Salamanca, en su presunto afán por rascar algunos eurillos en subvenciones, sugiere que los mayores de 70 lleven una “M” identificativa en la luneta delantera del coche.
Confieso sentirme un judío con la estrella amarilla en la solapa en la Alemania nazi; ahora bien, visto desde una perspectiva comercial y dada la penuria económica que hasta nos ha “impedido” quitar, o rebajar, el IVA de las mascarillas, la idea promete ser un asidero más que efectivo para la siempre voraz Hacienda pública.
La propuesta se la habrá apropiado alguna de las privilegiadas mentes que sobreabundan en este Gobierno, con un argumentario fácil de seguir y consensuar:
Obligación de llevar pegatinas de la “M” a todas las personas, hombres y mujeres, mayores de 70 años.
Renovación obligatoria de la pegatina cada seis meses.
Precios: 1 pegatina, 6 euros; renovación obligatoria, 4 euros.
Sanciones: No llevar la pegatina, 100 euros; no renovarla, 50 euros.
Comentario del responsable: Por eso de que a esas edades la memoria falla más que una escopeta de feria (de las de antes, que ahora ni hay ferias ni hay escopetas), pues eso, que como mínimo un 50% no se acordarán de la pegatina y, por supuesto, olvidarán su renovación, lo que supondrá pingües beneficios en sanciones para el erario público, tan necesitado para atender chiringuitos mil, proveedores necesarios de votos que, a la postre, son los que nos mantienen en el machito.
Detectada la bicoca y cumplidas todas las expectativas, procedería plantearse la exigencia, por motivos evidentes, de algunas otras letras, incluido todo el alfabeto, si fuera menester.
Así, habría una pegatina “C” para los corruptos, una “V” para violadores, una “T” para los tarados, una “S” para los solteros, una “I” para los idiotas... y así sucesivamente hasta completar el abecedario.
Aparte de la pandemia por todos conocida y sufrida, tenemos esta nueva plaga de pensadores infumables, colectivos disolventes de tiempo y dinero, en enconada lucha por ver quién atina con la idea más estrambótica y disparatada.
Desde feminizar el calendario nombrando los meses como “enera, febrera, marza...” (Universidad de Granada), hasta denunciar que en la película “La bella durmiente” existe violencia de género con eslóganes como “hay que denunciar a la Bestia por maltratador” o “el príncipe acosó a la Bella Durmiente por besarla sin su consentimiento”, a hacer lo mismo con “La sirenita”, que también fue víctima de la violencia de género porque “le habían quitado su género, al quitarle la cola de pez y ponerle piernas”.
Ahora nos ha salido la ministra Irene Montero con que el rosa es “un color que oprime y reprime a las niñas”. ¿Y el azul a los niños? ¡Con lo bonito y cálido que es el rosa!
El no va más: que las veganas reclamen “apartar a las pobres gallinas de los gallos, porque las violan”, o que HBO Max haya retirado de su catálogo de EE UU “Lo que el viento se llevó” por ser una película racista.
Hasta la fecha, las feministas se llevaban la palma en “boutades” por minuto, pero la Fiscalía de Salamanca ha decidido competir por tan preciado galardón.
Me rindo, este mundo me supera.
Saludos cordiales.
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