Musa
Carmen nació en Madrid en el año 1942 en el seno de una familia aristocrática. Su padre era militar y su madre la musa de Balenciaga. Vivían en la capital y pasaban los veranos en San Sebastián. El Norte le vio crecer. Junto a sus hermanos hace amigos, juega, sale, llega tarde, se escapa, se divierte, se enamora... En uno de esos veranos mágicos conoció a Ramón. El amor y la pasión que los fue uniendo a lo largo de los años fue tal que con diecisiete años decidieron casarse.
Es entonces cuando, preparando las nupcias, al solicitar las partidas de nacimiento, sus vidas cambiarían para siempre. Él es Ramón Serrano-Suñer Polo, hijo de Ramón Serrano Suñer. Ella, Carmen, hija de Sonsoles de Icaza y de Ramón. Carmen y Ramón, hermanastros.
La renuncia a su amor prohibido le partió el alma y el insoportable dolor sufrido condicionó su vida para siempre. Después de la dramática revelación, Carmen viajó a Francia para remediar sus problemas de insomnio, después estuvo tres meses recluida en un convento de Carmelitas en Arenas de San Pedro y, como último recurso para quitarse de en medio, partió sin vacunar como cooperante hacia Costa de Marfil. Intentó cerrar bien la herida, pero no pudo, el dolor era infinito.
Regresó a España y se volcó de lleno en sus estudios, que sufragaba ella misma gracias al pequeño salario que obtenía trabajando en la orteguiana “Revista de Occidente”. Era una joven rebelde y autosuficiente que se había alejado de casa, aunque pronto se dio cuenta de que con lo que ganaba no le daba casi ni para comer y decide buscar otro trabajo.
A través de su amigo el Príncipe Juan Carlos, Carmen consigue una entrevista con el director general de RTVE en Madrid para ser jefa de Secretaría. Aquel hombre era Adolfo Suárez. A partir de ese día, sus vidas cabalgarían unidas por senderos impredecibles.
Por aquel entonces empieza a despertarse en Carmen el interés político. Participa en los bailes organizados entre estudiantes y grises a las puertas de la Universidad. Cuelga un póster del Che Guevara en su apartamento. Pertenece a la Unión Social Demócrata Española de Dionisio Ridruejo, aunque el antiguo compañero de Serrano era demasiado moderado para ella, que va adquiriendo una concepción social de la vida mucho más fuerte que la del poeta.
Tras la muerte de Franco, el Rey Juan Carlos I nombra a aquel joven empleador fascista presidente del Gobierno de España, nada más y nada menos. Y Carmen, que desde el día en que se conocieron no había dejado prácticamente de trabajar con él, atraviesa en julio del 76 –con treinta y tres años– la puerta de Castellana 3 como directora de gabinete del Presidente Suárez. Es la única mujer que ha ocupado ese cargo hasta la fecha.
Desde ese puesto planteó grandes avances democráticos, abogó por una reforma ágil y rompedora y defendió a ultranza la legalización de todos los partidos políticos. Movió tierra, mar y aire para conseguir la legalización del PC, lo que le supuso las críticas de las derechas y de las izquierdas. Unos por comunista y los otros por aristócrata.
Carmen era una mujer de convicciones firmes y hablaba con contundencia y claridad al Presidente. Decía exactamente lo que pensaba, y más a Suárez. Esta admirable actitud, más el sentimiento de traición que experimentó cuando Suárez fundó la UCD para presentarse como candidato en las primeras elecciones democráticas y las innumerables críticas y conspiraciones que se vertieron sobre ella, erosionó su relación con Suárez y le acabó costando el cargo.
Posteriormente continuó desarrollando su carrera política con el PSP de Tierno, con el CDS de Suárez desde el Parlamento Europeo y, finalmente, con el PSOE, también como europarlamentaria. Profesión a la que se dedicó en cuerpo y alma hasta el año 1999, cuando un maldito cáncer de mama se la llevó de vuelta, a los cincuenta y siete años, al camposanto del convento de Carmelitas donde fue a buscar ayuda divina en la juventud y donde ahora descansa eternamente.
Carmen Díez de Rivera: mujer de bandera. Sin pelos en la lengua, sin tapujos. Apasionada y apasionante. Rebelde indómita. Siempre del lado de los más desfavorecidos, dedicó su vida a intentar mejorar la de los demás. Socialista de vocación y fiel amante de la naturaleza, le gustaba definirse como “ecosocialista”. Vida novelesca donde las haya. Ejemplo para todas aquellas mujeres que transitan con sueños y ambiciones por este mundo sombrío con el que nos ha tocado lidiar.
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