Su solidaridad me salvó la vida
Vivimos en un mundo donde las prisas, la incomunicación, el individualismo, el egoísmo son las características más comunes. Sin embargo, la solidaridad sigue existiendo. Y salva vidas.
El 2 de junio pasado, en la esquina de las calles Independencia y Marqués de Pidal, cual árbol brutalmente talado, caí en la calle víctima de un ataque al corazón, de un infarto. Una pareja (chico y chica) de jóvenes (unos treinta años) que pasaban por allí acudieron con rapidez y me hicieron las prácticas de reanimación, estabilizándome hasta que llegó la ambulancia y fui llevado al hospital. Hoy ya estoy en casa, en la calle, de nuevo en la vida, restablecido.
Se lo debo a esa pareja de jóvenes, que no pasaron de largo, que se detuvieron, que me ayudaron y atendieron. Su solidaridad me salvó la vida.
Algunos amigos me dijeron que aún no había llegado mi hora. Quizás. Yo prefiero pensar que Dios, arrepintiéndose de su decisión de llevarme, envió a esa pareja de jóvenes para salvarme. Y vaya si lo hicieron. Ellos forman parte ahora de mi vida nueva, aunque no los conozca, y quiero tributarles mi más profundo agradecimiento. Estas líneas son para ellos principalmente, pero también para aquellos que piensan que vivimos en un mundo brutal y egocéntrico. La solidaridad también existe y la de esos jóvenes me salvó la vida.
Sólo puedo decir gracias.
José M.ª Serrano Álvarez, Oviedo
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