Alejados de la realidad
Escribía el profesor de Filosofía y escritor Fernando Savater, con su habitual capacidad de síntesis y en “Deriva” (“El País” del sábado 11 de enero de 2020), que Adriana Lastra era el “prototipo del socialista actual: cerebro de jalea y jeta de pedernal”. No se puede decir más en tan pocas palabras. A mí me parece que cada vez que esa rapaza dice algo los asturianos volvemos al fango del que estamos intentando salir desde que nos empujaran a él los socialistas de 1934.
No me preocupa, sin embargo, que todo un vicepresidente del Gobierno de España luzca hoy en el cogote una especie de cagajón de burra (como los samuráis del siglo XVI). Pero me inquieta que llegue a decir en sede parlamentaria que quienes no son de su bando no volverán a gobernar. Esas no son palabras de alguien a quien le importe la democracia. Con esa “pinta vagu que nun se llambe” (expresado en el asturiano de pura cepa), Pablo Iglesias llegó a la política orinándose en la Constitución de 1978. Tocó la política defecando en los más de cuarenta años de convivencia en paz entre todos y cada uno de los españoles (pese a los atentados de la ETA que pretenden que olvidemos ahora). Pero a mí me parece que en el fondo no sirve ni para sujetar (asir o retener). El todavía vicepresidente lo que sí puede que tenga es muy mala idea, porque de saber no debe de saber gran cosa. Solo embaucar (“engañar o alucinar, prevaliéndose de la inexperiencia o candor del engañado”, según el diccionario). Parece apropiado dedicarle ese tema que canta Jerónimo Granda: “Mañana, por la mañana, no me levanto. Y por la tarde tampoco. Y dicen que soy un vago. Y dicen que soy un loco. Y todo eso a mí me importa muy poco”.
Por lo que estamos viendo quien aún presume de ser “progresista” tal vez no sea más que otro tipo de déspota, y es lamentable y triste, en resumen, que España siga hoy representada por esas personas: unas con un ridículo nivel cultural y otras con unos planteamientos comunistas del siglo XIX hablándonos del proletariado y etcétera. Quizá todo ello explique el alejamiento de la realidad en el que parecen vivir con “la genial idea” de gobernarnos apoyándose para ello en separatistas y simpatizantes del terrorismo etarra.
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