La mujer de la balanza y la espada
La justicia humana es desde luego imperfecta, pero mientras conserve su atributo más importante: la venda en los ojos, es decir: su independencia y neutralidad, al menos, sus carencias no serán determinantes. Es posible que estemos deslizándonos hacia dominios más que gobiernos, y eso en el mundo occidental, porque el otro hace tiempo que está dominado. Atacar, corromper o dominar la ley convierte al que administra en ocupa de la administración. Pongamos un ejemplo: La hacienda tiene un dueño, su posesión abarca mucho territorio y en él se asientan los trabajadores y sus familias. El dueño contrata un mayordomo, encargado o administrador para toda la actividad fabril, incluido el personal doméstico, y le da las instrucciones necesarias. ¿Qué pasaría si el mayordomo intentara cambiar las instrucciones? La respuesta es obvia. El mayordomo puede administrar según sus instrucciones en su propia casa, esa es su prerrogativa, pero no en la casa donde es simplemente un empleado más, aunque tenga funciones importantes. Si fuésemos los hijos del amo, y el mayordomo cambia las instrucciones, correríamos el riesgo de pasar a ser víctimas de un dominio ilegal. Hay que sujetar fuertemente la venda que la mujer lleva en los ojos, hay que ser leal con ella, para que ella pueda seguir siéndolo con nosotros. No cabe justicia en la ley manipulada. Nos puede pasar de todo porque el mundo ha entrado en una siesta permanente, es el momento de los mayordomos ambiciosos en el norte o en el sur, en el este o en occidente. Menos mal que ya queda poco para que se cumpla la promesa: El Dueño de la Tierra, el Padre de los herederos, va a prescindir de todos los administradores humanos. “Y en los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino... Triturará y pondrá fin a todos esos reinos” (Daniel 2:44). Esa es la esperanza: “Venga a nosotros tu Reino –gobierno– y hágase tu voluntad en la Tierra”.
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