Otra sorpresa más
Esta tarde, como muchos viernes, después del trabajo y antes de hacer unos recados para el fin de semana, decido tomar un café ante la necesidad de hacer un punto y aparte en la tarde y afrontar el resto de la misma con renovadas energías. Visto que no puedo tomarlo como toda la vida, sentada en una terraza aprovechando uno de los escasos días soleados que visitan nuestra hermosa tierra, tomo la decisión de comprarlo en una de esas cafeterías que intentan sobrevivir como pueden y venden cafés para llevar. Total, el café es café, aunque ya me hayan robado el placer de la terraza. Ya buscaré un banco... (aún nos dejan usarlos en su magnánima benevolencia) o quizá mientras paseo. Total, que allí me dirijo.
–Un café, por favor.
–¿Y para comer? –me dice la chica.
–Nada, solo quiero café.
–No nos dejan, si no vendemos comida, la Policía nos cierra.
No sé si podréis imaginar mi cara... anodada, alucinada... A ver, una ya se va acostumbrando al despropósito, el sinsentido, la paradoja, la hipocresía, el esperpento... pero aun así se empeñan en sorprenderme con más y más absurdos... Creo que mi cerebro no está capacitado. Si alguien lo entiende, le agradecería que me lo explicara. ¿Es que si me tomo sólo el café puedo contagiarme, pero si además cojo un trozo de bizcocho no? Igual es que no me he enterado y el bizcocho es un repelente del virus... Nada, voy encendiendo el horno y preparando la masa, por si acaso...
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